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José García Domínguez

La extinción de la izquierda en Italia

Cuando hace falta llamar a los filósofos para que expliquen qué es la izquierda, está claro que la izquierda ya no es nada.

Cuando hace falta llamar a los filósofos para que expliquen qué es la izquierda, está claro que la izquierda ya no es nada.
EFE

Uno de los muchos contrastes que caracterizan a Italia es que todo lo que sus líderes políticos tienen de zafios, gritones e ignorantes, sus intelectuales lo compensan con finura, elegancia y sutileza. Pensadores como Norberto Bobbio, una de las cabezas mejor amuebladas de la Europa del cambio de siglo, quien, allá por 1995, se vio obligado a escribir un ensayo cuyo propósito expreso consistía en tratar de definir qué es la izquierda y en qué se diferencia de la derecha.

Mal asunto, muy mal asunto, cuando, apenas cuatro años después de la disolución oficial del Partido Comunista de Italia, un gran filósofo político ya se sentía en la necesidad de aclarar, y a lo largo de más de un par de centenares de páginas, algo que para todo el mundo hubiera resultado obvio hasta entonces. Cuando hace falta llamar a los filósofos para que expliquen qué es la izquierda, está claro que la izquierda ya no es nada. Y en efecto, la izquierda italiana, la de ahora mismo, no es que sea nada, es que es mucho menos que nada. Al punto de que en lo único que se parece la actual, esa que se articula en torno al Partido Democrático, a la de antes, la histórica del PCI, es en que ambas formaciones remiten a partidos de clase.

Así, al PCI le votaba la clase obrera, y a su sucesor, el PD, le vota la clase de gente que, como no tiene problemas económicos, se preocupa en exclusiva por la tala incontrolada de árboles en la selva amazónica, la próxima letra del abecedario que habrá que incorporar urgentemente a la caravana LGTBI+Q, el maltrato de las mascotas o las iniciativas legislativas progresistas sobre coches eléctricos de última generación. El domingo, a Meloni y a Salvini les votaron en masa en todas las periferias urbanas, degradadas y empobrecidas de la Italia popular, la que sufre para llegar a fin de mes. Letta, en cambio, triunfó en las zonas de bajas emisiones de los centros elegantes y carísimos de Milán, Roma, Turín y Florencia. En Italia, el caviar ha cambiado de bando. También en Italia.

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