Cuando la vida discurre, más tiempo del debido, en un constante galimatías, es muy recomendable hacer una pausa, para revisar lo dicho, lo negado, lo enmendado, lo verdadero y lo falso, ofreciendo un balance nítido de dónde estamos, para saber qué podemos esperar del tiempo por venir.
No estamos ante rumores, como tantas veces ha ocurrido. No son opiniones varias surgidas para provocar la confusión por protagonistas interesados en ello de la España actual. En estas situaciones, ante la diversidad de las voces, cada uno – sujeto pasivo de la información – hará lo oportuno para decantar lo que, con mayor probabilidad, pueda acercarse a la verdad.
El problema se produce cuando la fuente de las comunicaciones se localiza en quien tendría la obligación de decir verdad, por su prevalencia a la hora de decidir sobre la vida de los demás y por su dominio de los medios, entregados de hoz y coz a cultivar su credibilidad.
No sé cómo se sentirán los lectores, pero lo que sí sé es que yo me siento aturdido, vamos, como vulgarmente se dice, hecho un lío. Y el origen, causante de este aturdimiento, es el Gobierno de España, con su presidente a la cabeza.
Soy incapaz de saber en qué país estoy y qué espero que se produzca en el inmediato futuro. Es más, cada día, cuando salgo de casa, no sé lo que me pueda ocurrir, porque desconozca las normas que para ese día van a regir mi vida.
Sí, señor Presidente, ha dicho tantas cosas, ha proclamado tantos compromisos, ha dictado tantos decretos, que sería muy difícil, para el común de los mortales, abarcar todas sus disposiciones. Pero, lo peor no termina ahí; al tiempo que promulgaba decretos y comunicaba compromisos, dejaba sin efecto los decretos y se desdecía de los compromisos, así que hoy, no sé qué subsiste y qué fue un arrebato gubernativo.
Hace algunas semanas, en este mismo diario digital, le pedía clemencia bajo la forma de un descanso por favor. Siempre me he sentido más cómodo cuando usted, con razón o sin ella, viaja, que cuando reúne el Consejo de Ministros. Nos ha golpeado tanto… A estas alturas, yo no sé si España será el primer país europeo que prohíba el diesel, o podré seguir usándolo; no sé si podré recargar la batería en las electro-gasolineras o mejor que use combustibles fósiles que no engañan.
Presumía usted, señor Presidente, hace unos días, de mejoras en la reducción de la precariedad laboral, cuando el mismo día, la cruel estadística daba a conocer que la contratación indefinida habían disminuido por primera vez desde 2014.
El objetivo inapelable del gobierno, en fin, era exhumar los restos de Franco, pero han pasado todos los plazos comprometidos, y los restos siguen donde se depositaron en noviembre de 1975. Y…
Señor Presidente ¿quiere hacer una síntesis de lo que sigue vigente y lo que quedó en ese cajón del olvido que hay en Moncloa?