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José T. Raga

¿Quién teme a la judicialización?

La función que desempeña el Poder Judicial es la última esperanza para los ciudadanos de a pie.

Yo, desde luego no. Es más, considero que la función que desempeña el Poder Judicial es la última esperanza para los ciudadanos de a pie, para los humildes, para los pobres, frente a los abusos, tropelías, atropellos, injusticias, malos tratos, violencias de los que más pueden –bien poderes políticos, que convierten sus pretensiones en objetivo de la polis, o poderes fácticos o económicos, cuyos intereses pretenden situarlos por encima de cualquier ley–.

Así pues, señor presidente, señor Torra, señor Puigdemont, señor Iglesias, señora Delgado… no atribuyan ustedes al pueblo español el deseo de desjudicializar la vida política, social o económica. Es lo único que nos queda, siempre que la Justicia se administre por jueces independientes y por fiscales que asuman como propia la tutela jurídica de la comunidad.

Por mucho que ustedes tergiversen los términos –otra forma de tropelía–, y a la infracción deliberada y violenta de la Constitución vigente la denominen "conflicto político", la calificación del hecho delictivo seguirá siendo sedición o rebelión, sometida, en todo caso, a la decisión del más alto tribunal de la Nación.

Ya sé que también han vendido ustedes –para eso tienen a casi todos los mass media a su disposición– que la solución vendrá por el diálogo. Es una ofensa más a la escuela socrática; ni en Platón ni en Jenofonte encontramos un diálogo del que no se deduzcan enseñanzas para el bien de la comunidad. Nunca un diálogo tan absurdo como el que ustedes publicitan, encubriendo intereses aún más espurios.

Reconózcanlo, sólo ustedes, los que están en el poder aspirando a ejercerlo sin límites, son los que pueden temer a la judicialización. El diálogo sólo cabe sobre objetivos posibles y lícitos. A partir de ahí, las discrepancias sólo podrán resolverse por los jueces o por los árbitros, en su caso. En cuanto a lo contrario a ley, sólo cabe una sentencia firme.

Ustedes, que presumen, no sé por qué, de ser un Gobierno de izquierda y extrema izquierda –más brevemente, comunista–, pregunten a sus mayores cómo resolvieron en la Unión Soviética el intento de independencia de Chechenia –la última deportación masiva a Asia Central, en 1999–, o que les hablen los tibetanos de cómo viven con la presencia invasora de la República Popular China…

Ser radical de izquierda al tiempo que independentista es una contradicción en sus propios términos que sólo se ha visto conciliada en el Gobierno del Sr. Sánchez. Con estas contradicciones, ¿pretenderán ustedes que tomemos en serio sus objetivos y sus medios para conseguirlos?

Acertó usted, Sr. Sánchez, en hacer firmar al Gobierno ese documento, el Acuerdo Mordaza, según el cual ninguno de sus miembros podrá opinar públicamente sobre las decisiones del Gabinete. ¡Y firmaron! ¡Qué poca estima por el prestigio propio!

El problema puede ser que muchos españoles también opinan. ¿Llegará a recuperarse la vieja censura y el Tribunal de Orden Público?

Espero que la judicialización lo impida…

En España

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