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Pablo Molina

Cobardes por imperativo legal

Viven en una democracia tan absurda que permite a sus enemigos declarados tener presencia en las instituciones y vivir de los recursos de la nación que quieren destruir.

Los diputados que pretenden destruir el orden constitucional y el estatuto de Cataluña han jurado respeto a las dos normas fundamentales aclarando, eso sí, que lo hacen "por imperativo legal". La rebeldía de los que afirman estar perseguidos por un Estado fascista a causa de sus ideas se ha quedado en esa chorrada, más propia de niños malcriados que de señores talluditos dispuestos a dar un golpe de Estado como Dios manda.

En realidad, no todos los diputados levemente sediciosos han utilizado esa fórmula, que pretende ser un descargo de responsabilidad frente a sus votantes y una añagaza jurídica para sortear el trámite de la jura del cargo y comenzar a trincar el sueldo oficial. Los que han pasado por la trena o siguen en ella a la espera de juicio han jurado la Constitución a pelo, y si no han gritado un "¡Viva España!" habrá sido porque sus abogados les habrán recomendado discreción.

¿Qué quieren decir con que juran "por imperativo legal"? En realidad, nada, porque, en efecto, para adquirir la condición de representante público la ley exige que se preste juramento a la Carta Magna. Es un mandato que llega hasta a los funcionarios de puesto base cuando adquieren tal condición, no una salvaguarda impuesta por Rajoy para ver cuántos diputados separatistas se rajan en el momento de llegar al cargo.

Ahora bien, el sentido que los separatistas catalanes (como en su día los proetarras vascos) otorgan a ese gesto simbólico es el de aceptar la legalidad vigente sólo en el terreno táctico, hasta que llegue el momento de romper con ella y otorgar carta de naturaleza a la república prometida a sus fieles más desnortados. Es la cobardía del separatismo en todo su esplendor, que renuncia a las leyes aprobadas en su día por ese mismo parlamento regional, según las cuales ya tendrían que vivir en una república independiente y no seguir a estas alturas escudándose en fórmulas ridículas para que su traición no les haga perder el sueldo público.

Pero ese doble juego de los separatistas siempre les sale bien. Para su fortuna, viven en una democracia tan absurda que permite a sus enemigos declarados tener presencia en las instituciones y vivir de los recursos de la nación que quieren destruir. Y encima, por imperativo legal. Qué astutos son.

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