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Pablo Molina

Todos trincaban

Ni los partidos políticos ni la inmensa mayoría de sus votantes quieren de verdad poner fin a este rosario de escándalos con medidas efectivas.

Ni los partidos políticos ni la inmensa mayoría de sus votantes quieren de verdad poner fin a este rosario de escándalos con medidas efectivas.
EFE

A tenor de los datos que surgen a borbotones en torno al sumario de la trama Púnica, parece que en la Comunidad de Madrid trincaba comisiones todo el mundo sin distinción de color político. La única diferencia entre los trinques de los distintos partidos respondía a su capacidad de proporcionar jugosos contratos. Es la ley de hierro de la corrupción:

Todo político experimenta un empuje hacia el trinque directamente proporcional al poder que tiene en sus manos.

En el caso de la presunta trama de corrupción organizada por el exsecretario del PP madrileño, parece que los favores de las empresas beneficiarias no iban dirigidos sólo al PP. También en el PSOE hay algún implicado, incluso en Ciudadanos, una formación política que por su corta vida pública y escasa presencia institucional parecía inmune a estos enjuagues.

El PP tiene una responsabilidad mayor porque dirigía la comunidad autónoma y muchos de los principales ayuntamientos, comenzando por el de la capital, pero a la hora de practicar dudosos negocios en el terreno urbanístico parece que no se escapaba ni el Tato. El levantamiento parcial del secreto del sumario hará que en los próximos días conozcamos más datos sobre este entramado de corrupción, pero, por lo que vamos sabiendo, los pelotazos y las comisiones ilegales, como ha ocurrido siempre, eran un fenómeno transversal.

Y sin embargo, ni los partidos políticos ni la inmensa mayoría de sus votantes quieren de verdad poner fin a este rosario de escándalos con medidas efectivas, la principal de las cuales sería impedir que la firma de un político sea determinante para hacer viables negocios de millones de euros. Al contrario. Todas las recetas que se ofrecen es la de dar más poder a la clase política para que se vigile a sí misma, algo tan absurdo que sólo puede ser tomado en serio si se padece un severo retraso mental.

Así las cosas, los partidos seguirán albergando caraduras en la misma proporción que hasta ahora, por más que el BOE imprima constantemente nuevas leyes contra la corrupción. Todos los partidos, menos el de los los podemitas, claro. Esos venían ya trincados del Caribe. Por eso fingen tan bien que les preocupa mucho la corrupción.

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