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Pablo Planas

Alka-ETA, 11-M

Sólo una mente muy podrida y desestructurada puede confundir la libertad de expresión con la apología del terrorismo.

Sólo una mente muy podrida y desestructurada puede confundir la libertad de expresión con la apología del terrorismo.

Sólo una mente muy podrida y desestructurada puede confundir la libertad de expresión con la apología del terrorismo. La oleada de solidaridad con los individuos que montaron un espectáculo infantil sobre la base de matar policías, violar monjas, ahorcar jueces y enseñar un cartel con la leyenda "Gora Alka-ETA" es la expresión más diáfana de la victoria del terrorismo sobre la sociedad española. Los asesinos etarras han ganado en la historia, en el relato. La nueva izquierda, doña Manuela la jueza, Superesmoquin Iglesias, Mama Colau, monederos y errejones se han volcado en la causa, pero no a favor de los dos pringaos de las marionetas sino del blanqueamiento del terrorismo. "Lucha armada" en su jerga complutarra.

Para esa izquierda que nos puede gobernar en breve, el coche bomba, el cinturón de explosivos, el secuestro, el chantaje, la extorsión y demás técnicas terroristas son respuestas políticas a injusticias previas, sean la "opresión del pueblo vasco", el "imperialismo judeoamericano" o la sequía en Somalilandia. Acción directa, okupa y destruye, si vis pacem goma dos, tupamaro meinhof.

La alcaldesa de Barcelona, Colau, ha sido la última en significarse. Los titellaires catalanes han salido en defensa de sus colegas de la vega con el lema "Gora las marion-etas". Graciosísimo. En la ciudad de Hipercor y en la región donde ETA se cobró decenas de víctimas, a Colau le parece un drama que dos pavos se hayan pasado cuatro días en la trena por enseñar a los niños a decir "Gora Alka-ETA". Los muertos le importan una higa, al igual que a su homóloga madrileña, ese lobo disfrazado de abuela magdalena.

Algunos barceloneses se acordarán de Ruiz Casado (PP), de Ernest Lluch (PSC), de Consuegra Cano (PP), de Manuel Gervilla (guardia urbano), de los niños asesinados en el atentado de Vich, de los policías, guardias civiles y del mosso, Santos Santamaria, fulminados por la banda etarra; de Bultó y los Viola, finados a cuenta de Terra Lliure, así como de la señora Emilia Aldomà, vecina de las Borjas Blancas (Lérida), que murió a consecuencia de una bomba que los patriotas catalanes pusieron en los juzgados de dicha localidad. La cuenta de los muertos de Alka-ETA, los Grapo y la puta que los parió no cuenta. Alka-ETA, 11-M. ¿Está claro?

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