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Pablo Planas

Pedro Sánchez se casa con Mas

De Artur Mas se podrá decir que está más perdido que un pulpo en un garaje, pero no que el garaje carezca de salidas bien señalizadas.

De Artur Mas se podrá decir que está más perdido que un pulpo en un garaje, pero no que el garaje carezca de salidas bien señalizadas.

De Artur Mas se podrá decir que está más perdido que un pulpo en un garaje, pero no que el garaje carezca de salidas bien señalizadas. El flamante secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, no sólo representa la renovación formal del socialismo, sino que es el último flotador al que podría aferrarse Mas para salir del "lío", según Rajoy, en el que nos han metido a todos Pujol, sus hijos, Junqueras y el propio Mas. La generosidad de Sánchez con el nacionalismo catalán es ilimitada, como si el mandato de los electores socialistas fuera alargar la existencia política de CiU y del pujolismo en vez de no sucumbir a Podemos y convertirse en una alternativa de gobierno presentable.

Pasado mañana, 3 de septiembre, han quedado Sánchez y Mas para verse. Recibe el actual molt honorable en los salones de cartón piedra del Palacio de la Generalidad. El nuevo líder socialista está dispuesto a prestarle los veinte diputados que en la actualidad tiene el PSC en Cataluña para que Mas pueda pasar de los 21 de ERC y sumar una cómoda mayoría con los cincuenta escaños de CiU. Es la fórmula de la sociovergencia, el equilibrio de poderes, el reparto ordenado y proporcional del botín y el regreso a los buenos viejos tiempos, los del oasis y los pelotazos en las diputaciones.

La oferta tiene más ventajas para Mas y CiU, a priori, que para el PSC, que podría abstraerse, aún más, en las contradicciones propias del sector soberanistas cabizbajos frente al de los aceituneros altivos. El socialismo catalán está roto y si alguna utilidad puede tener es la de servirle de muleta a Mas para que agote la legislatura y se pueda ir a su casa, dentro de dos años, sin pasar por comisaría. Sánchez conoce Cataluña tanto como Zapatero, entre poco y prácticamente nada, por lo que ignora las particularidades regionales, entre ellas la teatralidad política. Algo le ha dicho Miquel Iceta, el primer secretario del PSC e inspirador del generoso trato o truco.

Mas tiene que convocar la consulta, hacerse el mártir, montar el número con antorchas en el Fossar de les Moreres, salir dos o tres veces en su TV3, plañir y después de todo eso tal vez considere que la propuesta de Sánchez es mejor que pegarse un tiro en el pie o intentar estrangularse con sus propias manos. Además, la oferta también es mala para España, aunque menos que su referéndum, eso sí. Ahora mismo, el president tiene tres opciones: mantener el rumbo de colisión, montar unas elecciones autonómicas que según las encuestas darían la Generalidad a Junqueras o aguantar con el apoyo del PSC hasta el final de la legislatura, en noviembre de 2016.

Desde un punto de vista político, entre matarse, morirse o seguir viviendo un par de años más, la gente suele escoger la última opción, aunque eso suponga quedar fatal con Carme Forcadell y la monja Forcades. Tratándose de Mas, puede pasar cualquier cosa, y cualquier cosa que pase beneficiará a ERC y perjudicará al resto del mundo. Y tratándose de Sánchez, lo único que puede decirse es que demuestra ser un aventajado alumno de Zapatero y no del señor Lobo, el que resolvía problemas.

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