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Pedro de Tena

El episodio antinacional del Gobierno y sus socios

Este Gobierno puede resultar más peligroso para los españoles que el propio virus.

Galdós no habría podido escribir sobre el coronavirus y el comportamiento del Gobierno, sus socios y algunos de sus miembros. Él deseaba dejar clara su percepción de la nación española, con sus luces y sombras. Pero lo que hemos padecido desde que se conoció oficialmente el virus, hace dos meses y medio, y durante su rápida expansión, no ha sido una sombra de este Gobierno. Es lo que irradia de por sí. Cuando en una crisis de esta envergadura se muestran las tinieblas de un poder sin escrúpulos es que la nación está desamparada.

Escribió el filósofo Xavier Zubiri, en referencia: "Los virus tenían actuidad desde hace millones de años, pero sólo hoy han adquirido una actualidad que antes no tenían". De marcado carácter realista, el gran Zubiri reelaboraba así la vieja pareja categorial de potencia y acto de la filosofía aristotélica, que aún no sabía de los virus. Éstos han existido siempre, pero no hemos sido conscientes de ellos hasta que dispusimos de la capacidad de visión para detectarlos. Una vez que eso ha ocurrido, los virus pasaron a ser actuales, cobraron actualidad para nosotros, tienen presencia para nosotros y, por ello, pasan a formar parte de nuestras responsabilidades.

Por ello, nadie podría haber acusado al Gobierno de España, ni a ningún otro de Europa y del mundo, de irresponsabilidad antes de haberse conocido la actualidad del coronavirus. Otra cosa es su comportamiento después de haberse conocido la enfermedad, su capacidad de contagio y la trascendencia sanitaria, social y económica de la ahora reconocida pandemia.

Hay cinco irresponsabilidades esenciales en la conducta de un Gobierno nacional que deben ser reseñadas y denunciadas. La primera, no haberse informado bien acerca de la trascendencia de la pandemia venidera, algo que los coreanos y los taiwaneses ya se temían y que los italianos hace mucho que percibieron. ¿Para qué tanto servicio secreto, tanta diplomacia, tanta Europa y tanta ONU? La segunda, no haber actuado con respeto a la salud de los ciudadanos permitiendo concentraciones multitudinarias en una fecha, el pasado día 8, cuando ya se conocía la virulencia de la enfermedad y cuando ya se estaban adoptando decisiones de cancelaciones, suspensiones y retrasos de acontecimientos sociales. La tercera, aún más grave si hay que establecer grados, es su decisión de no asumir el control nacional e inequívoco de la gestión de la crisis sanitaria, dando lugar a la exhibición de una España fragmentada, descoordinada y desorientada. Claro, era preferible que las autoridades municipales, provinciales, autonómicas y civiles fueran quemándose en un espectáculo bochornoso de dispersión y desorganización. Madrid, por ejemplo, no perdonará lo que se ha hecho con ella. Ayer, por fin, se unificaron las decisiones y competencias. De haberse hecho antes, muchos riesgos no se habrían corrido.

La cuarta es el numerito de ayer de la bronca en un Gobierno en el que un vicepresidente que está en cuarentena se presenta en el Consejo de Ministros como si las normas no fueran con él y con el único fin de reclamar sus cuotas de poder en la gestión de la pandemia. El retraso ocasionado es una infamia que no olvidaremos fácilmente.

Por último, el comportamiento antinacional e insolidario de los Gobiernos catalán y vasco, que son los socios del Gobierno que va a conducir esta crisis. Su preocupación por la prioridad de sus competencias autonómicas por encima del interés general de la nación, España, que es la única nación que hay y que queremos muchos que la siga habiendo, da una idea de la calidad moral de la jauría separatista.

Así que, como Albert Boadella, me declaro doblemente alarmado. Por el coronavirus, naturalmente, pero asimismo por el episodio antinacional de un Gobierno que puede resultar más peligroso para los españoles que el propio virus.

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