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Santiago Navajas

Pánico climático

Me pregunto si el maquillaje actual y ubicuo de mapas infernales de temperaturas en los telediarios es cosa de Al Gore o alguno de sus secuaces.

Me pregunto si el maquillaje actual y ubicuo de mapas infernales de temperaturas en los telediarios es cosa de Al Gore o alguno de sus secuaces.
Al Gore dando una conferencia en abril de 2012. | Cordon Press

Como es sabido, el común de los mortales es idiota. Al menos eso es lo que creen los que nos gobiernan. Como somos idiotas, hay que tratarnos como a niños y meternos el miedo en el cuerpo con monstruos horripilantes que nos devorarán como no nos portemos bien. De repente, este último verano los mapas del tiempo en los telediarios de toda Europea se han teñido de un rojo oscuro, como de sangre espesa. Los mismos mapas que, con temperaturas similares, otros años giraban del verde prado al rojo amapola, pasando por el naranja Ciudadanos, ahora transitaban del rojo socialista al todavía más rojo soviético.

Mientras, se nos informaba con todo lujo de detalles de la trágica muerte de un operario del servicio de limpieza de Madrid por un golpe de calor, lo que servía para que periodistas de izquierdas aprovecharan su fallecimiento para cargar contra Isabel Díaz Ayuso. Por otro lado, los periódicos titulaban a todo trapo que se habían producido cientos de muertes debido a la ola de calor (un titular decía que 679 fallecidos; otro que 1000; el de más allá, 1.700… ¿quién da más?), aunque silenciaban que los efectos del calor este año estaban siendo inferiores a los de otros años, por ejemplo, de 2015 a 2017. Además, estas cuestiones son siempre multifactoriales, por lo que es un bulo atribuir el exceso de muertes al calor simplemente porque las elevadas temperaturas estén "a la vista", mientras que otras posibles causas, como la contaminante entrada de polvo del Sáhara o el ozono, resultan invisibles. Pero eso sería complicar mucho la ecuación y, recuerden, somos idiotas.

Todo esto, el colorido de los mapas y las fake news sobre muertos por calor, apesta a inducción al pánico moral: una preocupación fabricada para asustar a los niños, las viejas, los que solo leen los titulares y los que somos idiotas. Esta manipulación de la información para crear alarma y miedo se ejemplifica en un nombre paradigmático: Al Gore, el vicepresidente de Bill Clinton que perdió en la carrera electoral contra George Bush jr.

Al Gore le pidió a Hans Rosling (profesor de Salud Internacional en el Karolinska Institutet) que maquillase unos gráficos para provocar miedo y alarma sobre el cambio climático. Rosling se negó. Era amigo de Gore, pero más de la verdad. Como denunció Rosling en su libro Factfulness. "’¡Tenemos que provocar miedo!’ Eso es lo que me dijo Al Gore al inicio de nuestra primera conversación sobre cómo concienciar a la gente sobre el cambio climático".

En este párrafo se sintetizan varios vectores que confluyen en el fenómeno de la post-verdad y las fake news: la apelación a las emociones, la manipulación consciente y alevosa de la presentación de los datos, la confusión deliberada entre concienciación y adoctrinamiento, así como la utilización de recursos tecnológicos y científicos para aterrorizar psicológica y socialmente a la población. Es decir, a nosotros, los idiotas.

Me pregunto si el maquillaje actual y ubicuo de mapas infernales de temperaturas en los telediarios es cosa de Al Gore o alguno de sus secuaces, como el denominado rimbombantemente Zar del Clima de los EE. UU., John Kerry. El alarmismo climático forma parte de la biopolítica por parte de Estados y grandes empresas para controlar nuestras vidas, echando mano de los viejos trucos de "el bien común" y "la salud pública". Recuerden a Platón, Rousseau, y Robespierre. Solo hay algo peor que el cambio climático: el pánico climático, esa mezcla de miedo y urgencia que nos lleva tomar decisiones equivocadas, estúpidas y drásticas con efectos impredecibles. De modo que es difícil para nosotros, pobres idiotas, saber en quién confiar. Todo la clase dirigente, de Al Gore a Leonardo Di Caprio, pasando por el habitual "experto" a la caza de subvenciones para su proyecto de investigación, el director general de la OMS, Greta Thunberg o Pedro Sánchez desde el Falcon, parece tener una agenda política o un producto que vender. O ambos. Este tipo de alarmismo, que vincula cualquier hecho natural con el cambio climático, es todavía peor que el negacionismo porque socava el fundamento científico: evidencias sólidas, causalidad multifactorial, hipótesis contrastadas. Estamos gobernados por magufos pseudocientíficos. Así que quizás no es que nosotros seamos tan idiotas, sino que ellos se pasan de listos.

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