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Santiago Navajas

Sexador de ministros

Lo bueno, y paradójico, de este Gobierno socialista es que los peores con diferencia parecen ser el presidente y la vicepresidenta.

Una de las profesiones más difíciles del mundo es la de sexador de pollos. El salario es elevado, unos 55.000 euros al año, pero es porque no es fácil pasar la formación necesaria de tres años de intenso estudio y práctica. Y no se conoce un solo niño en la historia de la Humanidad que haya expresado su deseo de ser sexador de animales cuando sea mayor. El sexador de pollos indiscutiblemente se hace, no nace (salvo viciosos zoófilos).

Pasar toda la vida analizando el trasero de los pollitos no es muy estimulante pero sí muy estresante, ya que solo se permite un margen de error de entre el 2 y el 4% en una comprobación de apenas un par de segundos. Pero su trabajo resulta fundamental para poder seleccionar rápidamente a las gallinas, porque, en caso contrario, se emplearían muchos recursos en criar también a los machos.

Los japoneses descubrieron en la década de los 20 del pasado siglo que se puede saber el sexo del animal por unos pliegues que tienen en el ano. Pero descifrar dichos pliegues es parecido a saber si una obra de Pollock está colocada bien o del revés. Por ello, la escuela más famosa del mundo, el equivalente a Harvard para los sexadores de pollos, es la Zen Nippon. Ser capaz de sexar 1.700 pollos en una hora es una tarea solo comparable a los 12 trabajos de Hércules o a las peripecias de Ulises a su vuelta a Ítaca, solo que más aburrido.

Ser sexador de ministros es también complicado. Los medios de comunicación se han dejado arrastrar por el entusiasmo al ver más ministras que ministros entre los seleccionados por Pedro Sánchezpara su primer Gobierno. Lo que refleja el machismo imperante todavía, sobre todo en el seno de la izquierda que sigue alucinando con que dentro de sus filas alguien pueda encontrar mujeres competentes sin necesidad de cuotas condescendientes. En lugar de ir rastreando en sus currículums para comprobar los méritos que les adornan, los periodistas buscaban entre los pliegues de los sexos ministeriales para certificar que se cumplía el dogma del Gobierno paritario. En el colmo del absurdo y la incoherencia, si hubiese habido un Gobierno completamente formado por mujeres, salvo el presidente, hubiesen celebrado el acontecimiento planetario (como dijo una ministra de Zapatero de cuyo nombre no quiero acordarme) con la misma intensidad que se hubiese sentido como una debacle que solo fuese de hombres.

Es completamente irrelevante que Calviño y Montero sean mujeres. Lo pertinente es que la primera tiene una gran trayectoria como burócrata europea (sin ánimo peyorativo) y su perfil es inequívocamente liberal, mientras que la segunda es la típica trepa de aparato en el partido socialista de los ERE. Por otra parte, es completamente intrascendente para el cargo que Calvo sea una mujer y Duque, hombre. Lo que hay que tener en cuenta es que la primera es una feminista radical, inquisitorial y puritana, que quiere acabar con el amor romántico porque cree que es machista, mientras que el segundo ha dirigido una empresa que ha colaborado estrechamente con la universidad, por lo que sabe de primera mano que el sistema educativo español necesita urgentemente un enfoque pro mercado que lo salve de la inercia burocrática funcionarial, de la mediocridad y la corrupción (ver los casos de Errejón y Cifuentes, otros dos casos en los que lo que importa no es el sexo sino la desvergüenza).

Sin duda, la mujer más relevante desde el punto de vista intelectual en el siglo XX fue Marie Curie. Desde la atalaya de sus dos premios Nobel, nos legó un ejemplo de feminismo de facto, sin postureo victimista. Ello fue así porque nos advirtió: "Ten menos curiosidad por la gente y más curiosidad por las ideas". Lo que aplicado al caso feminista nos impele a considerar a las mujeres por su valor intrínseco como personas y no por su condición sexual. Porque el cerebro puede ser que tenga sexo, en el sentido de diferencias de promedio en cantidad y estructura, pero la mente no. Es decir, que se pueden llegar a las mismas brillantes o estúpidas conclusiones por diversos caminos. Lo bueno, y paradójico, de este Gobierno socialista es que los peores con diferencia parecen ser el presidente y la vicepresidenta. La incompetencia y la mediocridad sí son paritarias por lo que respecta a ellos.

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