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EDITORIAL

El paro y la nueva casta aristocrática

Es urgente acabar con los privilegios de la casta, tanto los más simbólicos como los que les permiten decidir la forma en que debemos vivir, trabajar y relacionarnos.

Cada vez resulta más evidente que en España se está formando una nueva casta aristocrática compuesta por quienes se aprovechan de su poder e influencia para acceder a todo tipo de privilegios que los separen de los pobres mortales que pagamos nuestros impuestos. Los políticos son sin duda la cabeza visible de esta aristocracia, y su desvergüenza quedó reflejada hace bien poco al decidir que los españoles debían trabajar más años antes de jubilarse mientras los diputados reciben su generosa pensión completa con tan sólo siete años en su cargo.

Así, mientras perdemos puestos de trabajo a mansalva gracias a la inacción de un Gobierno demasiado preocupado por mantener un mercado laboral cuya rigidez heredamos del franquismo, dejarán de percibir subsidios al menos medio millón de parados, aquellos que más están sufriendo las consecuencias de la política socialista de creación de paro. Mientras, el PSOE nos vende como reducción de privilegios una propuesta que sigue situando a los diputados fuera del régimen al que está sometido cualquier otro trabajador, y que les permite unas cuantiosas indemnizaciones cuando los españoles decidamos que no los queremos en el Congreso.

Es cierto que al menos ya no cobrarán en cualquier caso, encuentren o no empleo, disfrazando una falsa indemnización de falso subsidio. Pero el régimen de los diputados, a los que elegimos entre nosotros y el dedazo de la cúpula de cada partido y a quienes retiramos por el mismo método, es similar a un contrato de obra, por el que desde luego ningún trabajador cobra 60 días por año trabajado. Sólo incluyendo a los diputados dentro del mismo régimen que padecemos los demás españoles se podrá hablar de que han terminado sus privilegios en este terreno.

En lo que al paro se refiere no hay más tiempo que perder. Hace ya años que no había más tiempo que perder. El Gobierno no puede escudarse en las negociaciones de otros miembros de la casta –sindicatos y patronal– para dejar nuestro mercado laboral sin una reforma seria. Una reforma que, entre otras medidas, elimine de raíz el poder que estos aristócratas mantienen sobre nosotros por la vía de los convenios colectivos. Pero, sobre todo, hay que acabar con los privilegios de la casta, tanto los más simbólicos como los que les permiten decidir la forma en que debemos vivir, trabajar y relacionarnos.

En Libre Mercado

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