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Agapito Maestre

Odio y mentira

Es duro reconocerlo, pero es necesario discutir con el nacionalista, persuadirlo de su error totalitario. Nuestro objetivo no puede ser otro que integrarlo en un gran proyecto democrático que se llama nación española.

El problema catalán jamás se superará, porque el nacionalismo es una enfermedad incurable: vive de lo que mata. Cataluña vive de España. Cataluña aguantará lo que sobreviva España. Pero, desde el punto de vista retórico, el nacionalista catalán seguirá declarando que su objetivo es la independencia de España. Es imposible la secesión. Si muere España, no lo duden, desaparece Cataluña. Así las cosas, vuelvo a insistir en este espacio, no nos queda otra alternativa que soportar a esta gente e intentar adiestrarlos. Difícil será alcanzar este objetivo, pero no más que otras tareas de la vida cotidiana. La labor es, a veces, pesada, aburrida e, incluso, molesta, pero merece la pena, porque nos mantiene en tensión intelectual. No es poco.

Combatir la estulticia nacionalista es uno de los pocos esfuerzos que, aunque no tenga resultados tangibles, tiene sentido democrático. El esfuerzo por el esfuerzo, sin más resultados que seguir discutiendo con el nacionalista, lejos de no llevar a ninguna parte, o sea, de sumirnos en la melancolía, nos mantiene en vilo, pendientes de construir una nación democrática de la que incluso no se excluya al separatista catalán. Es duro reconocerlo, pero es necesario discutir con el nacionalista, persuadirlo de su error totalitario. Nuestro objetivo no puede ser otro que integrarlo en un gran proyecto democrático que se llama nación española. La democracia española es generosa con sus enemigos o no es.

Instalados en esa generosa circunstancia española, será menester recordarle al señor Carod Rovira que sus declaraciones en La Vanguardia distan mucho de alcanzar la verosimilitud mínima que cabe exigirle a alguien que ocupa un puesto importante en la estructura del Estado democrático español. Dice Carod Rovira, en el rotativo de Barcelona, que el año 2014 sería una buena fecha para separarse de España a través de la convocatoria de un referéndum para su independencia. Sería una manera brillante, según Carod Rovira, "de volver al Estado catalán que desapareció en 1714". Esa es, exactamente, la mentira. Cataluña nunca existió como Estado. Cataluña formaba parte, igual que el resto de la Corona de Aragón, desde finales del siglo XV, de la Monarquía hispánica en virtud de una unión dinástica. Punto.

Montarse otra "película" que no sea reconocer esa sencilla historia es una falsedad tan horrorosa como aquella que, en un pasado no demasiado lejano, se montó Eugenio Trías sobre la existencia de la "civilidad" catalana para justificar a Cataluña como entidad regional/nacional. En efecto, según el otrora ideólogo del catalanismo, por fortuna reconvertido ya a los valores democráticos, "sólo en Cataluña había civilidad, es decir, burguesía en sentido esencial, sociedad civil burguesa, bürgerliche Gesellschaft". Terrible.

Mas, aun suponiendo que las tesis del Estado catalán de Carod Rovira, o de la sociedad civil catalana de Trías tuvieran alguna plausibilidad, lo que provoca sonrojo democrático es que esas tesis son esgrimidas para vapulear y ridiculizar al resto de España. El nacionalismo es, en efecto, odio a España o no es. En fin, quizá sea posible un Estado y una nacionalidad montadas sobre el odio, pero no les auguro un brillante porvenir.

En España

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