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Carlos Pérez Gimeno

El sueño de Blanca Cuesta se hace realidad

Blanca Cuesta ha conseguido exponer sus cuadros en una galería en Madrid.

Blanca Cuesta ha conseguido exponer sus cuadros en una galería en Madrid.
Blanca Cuesta | Archivo

Blanca Cuesta por fin ha podido hacer realidad su sueño largamente acariciado. La esposa de Borja Thyssen quería exponer sus cuadros, ya que la pintura es su gran pasión. Y al final se ha hecho realidad. Ahora, Blanca expone en Madrid en la galería de su amigo David Bardía, en pleno barrio de Salamanca.

Su primera exposición consiste en 25 lienzos de diferentes tamaños, cuyo precio oscila entre 2.000 y 7.000 euros. "Es pintura abstracta y expresionista. He tomado clases, y mi maestro es un gran amigo de Borja y mío, Pedro Sandoval", comentó.

Como era de esperar, Blanca ha estado de manera permanente apoyada por su marido, y como declaró en una ocasión, es su fan número uno.

Ella tiene el estudio en su propia casa, y allí ha permanecido trabajando desde hace tiempo hasta lograr acabar esta primera muestra, de la que parte de los beneficios irán destinados a la Fundación Padre Ángel.

En esta ocasión, no quiso hablar de los eternos y aburridos problemas familiares que mantiene el matrimonio con Carmen Cervera, y ha preferido centrar la conversación en su trabajo. La artista comentó que encaja bien las criticas negativas porque siempre se aprende de ellas, y como ella misma reconoce, es consciente de que su apellido de casada le ayuda aunque a la vez le perjudica, ya que la miran con lupa. Sabe que lleva poco tiempo, pero reconoce que es su pasión. Así lo definió.

A Blanca le gustaría dedicarse de manera profesional, pero de momento habrá que esperar el resultado de este primer trabajo, que todo apunta que será un éxito.

Si la baronesa asistiera a la inauguración de la misma sería un gran detalle, y una ocasión perfecta para un posible acercamiento con su hijo y nuera. Pero, tal y como están las cosas, no es fácil, ya que la relación es nula y con toda seguridad no aparecerá. De hecho, ni siquiera habrá recibido la invitación... una lastima.

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