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Rosa Belmonte

El recuerdo de los Justos

Claude Lanzmann ha muerto y deja tras de sí una gran obra caracterizada, eso sí, por su cascarrabismo.

Claude Lanzmann ha muerto y deja tras de sí una gran obra caracterizada, eso sí, por su cascarrabismo.
Claude Lanzmann | Cordon Press

Al morir Claude Lanzmann hemos recordado su monumental obra, lo que no le gustaba y su cascarrabismo con todo lo que desvirtuara la Shoah. Simone Veil, que murió el año pasado pero acaba de ser enterrada en el Panteón, no era menos vehemente. Incluso con películas o documentales que aparentemente estaban de parte de los buenos. Pero no de los Justos.

Después de la Comisión Mattéoli, dedicada a estudiar las expoliaciones de los judíos y proponer acciones reparadoras, se creó una fundación dedicada a la memoria de la Shoah y Lionel Jospin le pidió que la presidiera. La fundación, contaba Veil en Una vida (Clave intelectual), organizaba coloquios y financiaba investigaciones. También recibía guiones o manuscritos buscando apoyo. Y entonces llegan los peros. "Muchos se lanzan en direcciones fantasiosas que no le aportan nada a la memoria de la Shoah". Dice que si Roberto Begnini les hubiera pedido ayuda para La vida es bella no se la habrían dado. Lo curioso es que Imre Kertész, un tipo que había estado en Auschwitz y Buchenwald, elogiara la película (con la consiguiente reprimenda de Lanzmann). Simone Veil es clara: "Ningún niño estuvo junto a su padre en ningún campo, y ningún deportado vivió una liberación parecida al happy end milagroso y ridículo con el que termina la película". Como Lanzmann, también tiene para La lista de Schindler. "Caricaturiza la realidad histórica porque fueron cincuenta personas como máximo las que pudieron beneficiarse del acto de valentía de Schindler. Está lejos de ser poco, pero no se corresponde con el argumento de la película". Con otras películas anteriores tampoco se queda corta. Lacombe Lucien, Portero de noche y La decisión de Sophie cree que proponen "imágenes de la deportación tan inverosímiles como perturbadoras". Sin embargo, sí apreciaba la serie Holocausto (1978) porque era una "una obra interesante en sus descripción de Alemania, que mostraba a un grupo de burgueses alemanes judíos convencidos de que nada podía ocurrirles". Esa familia con su piano Bechstein.

Dejó la Fundación en 2007 y pasó la presidencia a David de Rothschild, la primera generación de directores que no sufrieron deportación. Años antes fue muchas cosas. Entre otras, la política francesa fue la primera mujer en el Consejo de Administración de la ORTF en 1972 (antes de ser ministra y sacar adelante la ley del aborto). Pero volvemos a 2007, cuando el presidente de la República rindió homenaje a los dos mil setecientos veinticinco Justos de Francia (las personas que escondieron y salvaron judíos durante la guerra). Ese reconocimiento a tantas personas desconocidas que dieron testimonio de la grandeza del hombre le pareció un momento grandioso. Por eso, cuando estaba en la ORTF se opuso a la financiación y la difusión por televisión de Le Chagrin et la Pitié (La tristeza y la piedad), el documental de Marcel Ophüls de 1969. Sobre este documental siempre ha circulado la teoría de la censura por el hecho de tratar el colaboracionismo francés con los nazis (vaya, que si la ORTF se negaba a difundirlo era evidente que el poder no quería que se supiera la verdad).

Simone Veil lo vio en una proyección privada y le pareció indigno de ser comprado por la televisión francesa, lo que sorprendió mucho viniendo de ella. Recuerda que en los 70 se había invertido la tendencia de los 50. De Gaulle, para lograr la reconciliación entre los franceses, había impuesto la imagen de una Francia heroica y resistente. Pero la cosa cambió. "Los jóvenes estaban encantados de que les dijesen que sus padres se habían comportado como cerdos, que Francia había actuado de manera odiosa". Y parecía que, salvo los comunistas, ningún ciudadano se había resistido.

A Veil le parecía una película injusta, simplista, reduccionista, mentirosa y proselitista. Así, la ciudad de Clermont-Ferrand, donde muchos estudiantes se unieron a la Resistencia, donde muchos fueron arrestados, deportados o fusilados, se presentaba como ejemplo de colaboración universal. Asegura que Francia había sido de lejos el país con menor cantidad de judíos deportados y, proporcionalmente, muy pocos niños. Y eso fue gracias a los franceses que escondieron a judíos o que se callaron cuando sabían dónde estaban. Y de esa gente la película no dice nada. "El recuerdo de los Justos es un tesoro cuya protección es hoy aun más importante que antes, debido a que vivimos en un mundo cada vez más amenazado, no sólo por el desorden climático sino también por el retorno de los integrismos, después de medio siglo en que nos habíamos acostumbrado a la idea de que la tolerancia y el ecumenismo progresaban". Termina sus memorias rememorando un paseo con un nieto de 16 años que se compró Bella del señor (envidió que lo fuera a leer por primera vez) y Viaje al fin de la noche, de Céline. "Evité todo tipo de comentarios".

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