
El corredor inmobiliario Antonio Caba fue detenido el 14 de marzo de 2023 como presunto responsable del asesinato del empresario Juan Miguel Isla -de 58 años-, que estaba en paradero desconocido desde el 22 de julio de 2022. Su cadáver fue encontrado por la Guardia Civil en el interior de un pozo de una finca agrícola de Valdepeñas (Ciudad Real) que pertenecía al arrestado. Llama la atención que compró la propiedad sólo dos días antes de la desaparición, fecha en la que presuntamente acabó con su vida.
Poco después también era detenido Gaspar Rivera, un septuagenario que hacía recados para Caba a cambio de dinero y que terminó confesando que le ayudó a deshacerse del cuerpo de Isla y de un segundo hombre al que también habría matado su amigo. Así llegaron los investigadores hasta el foso en el que había tirado los restos de Jesús María González Borrajo -de 55 años-, del que no se sabía nada desde el 19 de junio de 2019. Era de dimensiones más pequeñas y fue necesario descuartizar el cadáver.
El intermediario, famoso en la zona de Manzanares por sus transacciones, no ha abierto la boca de momento. Pero, según se desprende de las pesquisas realizadas por los investigadores, el móvil fue económico en ambos crímenes. En este punto es donde entra en juego el gestor de Caba, recientemente imputado como encubridor de los hechos. Pero es que hay al menos otras dos personas más que han sido investigadas y que podrían acabar siendo acusadas: un camarero y un hermano de Isla.
El primero acabó como propietario de una finca una finca de Juan Miguel tan sólo unos días después de su desaparición. Caba se encargó del papeleo y falsificó la firma del empresario. Se da la circunstancia de que era la propiedad en la que se perpetró su asesinato. El segundo tenía mala relación con la víctima desde hacía más de una década por culpa de una herencia y guardó un arma que le entregó el intermediario después de la desaparición de su hermano.
Caba, el asesino
Antonio Caba Vázquez es el primero de los tres imputados en la causa hasta el momento por los asesinatos de Juan Miguel y Jesús María. Lo podríamos definir como una ‘tratante’. Los que lo conocen destacan de él que "siempre andaba buscando el negocio". Sus maneras "podían causar rechazo" en un primer momento, pero tenía "cierto don de gentes". "Sabía ganarse a la gente", comenta a Libertad Digital una vecina manzanareña.
Entró en contacto con Isla unos meses antes de que desapareciera con el objetivo de que le ayudara a vender unas propiedades que tenía en la zona. Según nos contó su mujer —Nardy Molina—, a ella nunca le gustó que Juan Miguel estableciera esa relación comercial. Era íntimo amigo de un hermano de su marido con el que hacía años que no se hablaba. Como veremos más adelante, hay sospechas sobre su posible implicación en el crimen.
Caba era un negociante. Lo mismo vendía coches que máquinas agrícolas o fincas. Con Jesús María, que se dedicaba al negocio de las máquinas tragaperras, quedó para cerrar la venta de dos coches de alta gama el mismo día en el que desapareció. Su familia sospechó de él desde el principio. Le debía dinero y era la última persona que le había visto. Circunstancias que también se daban en el caso de Juan Miguel y le pusieron en el punto de mira de los investigadores.
Gaspar, su cómplice
Los agentes de la Guardia Civil encargados del caso de Juan Miguel Isla siguieran a Caba y escucharon sus conversaciones hasta que supieron donde había ocultado el cadáver. Como tomaba muchas precauciones y era cauto a la hora de hablar por teléfono, le colocaron un micrófono en el coche que solía usar (un BMW X5). Sus soliloquios terminaron delatándole y señalando a Gaspar Rivera como su cómplice.
Tras su detención, el septuagenario acabó confesando su implicación en los hechos: "Lo mató él, yo sólo lo ayudé a esconderlo". Juntos trasladaron el cadáver del empresario de la finca en la que quedaron (del propio Isla) a una propiedad de Caba y lo tiraron al pozo donde fue hallado. Pero la participación del anciano, que tenía problemas con el juego y vivía de okupa en una vivienda, no acabó ahí.
Según explicó durante su declaración ante la magistrada del juzgado número 2 de Manzanares, él fue quien se encargó de llevar el coche de la víctima (un Renault Clío color gris plata) hasta un descampado de Albacete donde los investigadores lo encontraron meses después. A partir de ahí, pudieron encauzar la investigación hasta encajar las piezas del puzle.
JC, el tercer hombre
El juez ha imputado recientemente al gestor de Caba (Juan Carlos S.F.) como presunto encubridor. Los investigadores creen que su colaboración fue fundamental para que Caba pudiera llevar adelante sus planes. El contable "mintió" durante meses en las declaraciones que realizó ante los agentes y "omitió" datos que han sido clave para el esclarecimiento de los hechos.
La UCO lo tiene claro: "ayudó" al presunto asesino conscientemente. El objetivo era que no llegaran hasta él. Por eso puso a nombre de una de sus sociedades la propiedad en la que Caba y Rivera escondieron el cuerpo de Isla. Esto impidió que la Guardia Civil la vinculara con los ahora acusados y retrasó varios meses el hallazgo del cadáver.
El pasado 20 de marzo, Juan Carlos negaba su relación con Caba y compañía a la llegada a los juzgados. Pero lo cierto es que —según ha podido comprobar LD— tiene vínculos laborales y empresariales con el presunto autor material de los dos crímenes desde hace muchos años. Y las pruebas de la UCO son contundentes. Tanto es así que, a la vista de los últimos informes, el juez cambió su postura.
El papel del camarero
Otro de los investigados que podría terminar como imputado es un camarero —llamado Miguel Ángel— que Juan Miguel conocía porque trabajaba desde hacía muchos años en un restaurante que frecuentaba y que estaba muy cerca de su casa de Manzanares, según nos explicó su viuda. La Guardia Civil le investiga porque unos días después de la desaparición del empresario adquiere una de sus propiedades.
La operación de compra-venta habría sido impulsada y facilitada por Caba, que falsificó la firma de Isla. Era la finca en la que le mató. Está por ver si el camarero conocía este extremo. Según señaló a los investigadores, se dejó "liar" por el intermediario. Pero su versión resulta difícil de creer. Inmediatamente se instaló en la vivienda, en la que el conseguidor entraba como Pedro por su casa.
Él mismo contó que Caba le dijo: "Esa casilla va a ser para ti porque este tipo se ha ido. Nos vamos a un bar y falsificamos la firma". Y que, una vez estaba allí, "iba como un loco y echaba lejía en las cortinas, en el suelo, por todos lados...". Un extremo que debía haberle resultado sospechoso, especialmente teniendo en cuenta que era conocedor de la desaparición de Juan Miguel.
El hermano de Isla
Una de las preguntas que sobrevuela sobre el caso es qué relación tuvo Francisco Isla en los hechos, si tuvo algún tipo de implicación o si al menos era conocedor de los mismos. Fue investigado porque Caba le entregó una pistola sin licencia un día después de presuntamente matar a su hermano y él la mantuvo escondida durante meses bajo el lavabo de una nave que tiene en Villarta de San Juan.
Según explicó a los agentes, no la entregó porque no pensó que Antonio -íntimo amigo suyo- tuviera nada que ver con su desaparición. Hasta el 27 de marzo, trece días después de la detención de Caba, no acudió al cuartel de la Guardia Civil para contarles lo que sabía y darles el arma. Curiosamente, dos meses antes estuvo en la nave en cuestión para sacar la munición del arma y deshacerse de ella.
Supuestamente tenía miedo de que "alguien pudiera cogerla y pegarse un tiro". Fuese por lo que fuese, la ocultación de la pistola es de por sí sospechosa. Parece obvio pensar que Caba se deshizo de ella porque no quería que los agentes la encontraran si efectuaban un registro. Algo quería esconder. No obstante, según la autopsia, parecer ser que no fue el arma que acabó con la vida de Juan Miguel.
Lo que sí resulta significativo es que la finca de Isla que Caba debía vender y en la que fue asesinado es la misma por la que los hermanos no se hablaban desde 2010, que es cuando mueren sus padres y ellos se enfrentan por el reparto de la herencia. Según relató su viuda para Libertad Digital, su cuñado le tenía un "odio crónico" a su marido. Así se deduce de las conversaciones que mantenía con su presunto asesino, en las que le llamaba "el mongolo ese".



