Rusia inició el 24 de febrero la invasión de Ucrania. Aunque la escusa oficial fue el Donbás, la realidad es que Vladimir Putin intentó conquistar medio país y la capital, Kiev, para poder colocar un gobierno títere al frente de Ucrania. Un objetivo que fracasó en el primer mes y obligó a Moscú a cambiar de plan.
El mínimo que el presidente ruso puede vender a su pueblo como una victoria es la anexión de las dos regiones que componen el Donbás (Donetsk y Lugansk) y de los oblast de Zaporiyia y Jersón, que le permiten configurar un corredor terrestre entre Rusia y la península de Crimea, anexionada unilateralmente en 2014 y que fue robada también a Ucrania.
Al plano estratégico hay que unirle la posibilidad de quedarse y saquear los principales recursos económicos de estas cuatro regiones ucranianas, que constituirían un jugoso botón de guerra para el Kremlín.