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¿Almaraz se cierra o no?

Si el sistema necesita potencia firme y barata, ¿por qué apagar la que ya tienes?

Si el sistema necesita potencia firme y barata, ¿por qué apagar la que ya tienes?
Central nuclear de Almaraz. | Cordon Press

Cerrar Almaraz no es una decisión técnica: es una cesión política. Es la sumisión del Gobierno ante el secuestro institucional de sus socios de Sumar, anclados en el viejo dogma antinuclear, víctimas de un argumentario anacrónico que nos arrastra a todos al abismo energético. El Gobierno ha caído en su propia trampa, aunque el futuro del sistema energético esté en riesgo. Si el sistema necesita potencia firme y barata, ¿por qué apagar la que ya tienes? Porque la continuidad de Sánchez en la Moncloa así lo exige, importa más el gesto ideológico que la seguridad de suministro. Así de simple.

La segunda parte del sainete es aún peor: discriminación territorial con premeditación y alevosía. Almaraz debe cerrarse; Ascó y Vandellós, hay que "hablarlo". De repente aparece la "singularitat energètica" catalana y todo se vuelve negociable: plazos, condiciones, calendarios. En Extremadura, cierre y vítores; en Cataluña, conversación y matices. No es política energética, es regateo parlamentario. Y el mensaje es muy clarito: si tienes escaños clave, tienes pase VIP para la mesa de los favores. Si tienes poder parlamentario, tus megavatios valen más.

En el extranjero, mientras tanto, el ridículo es difícil de disimular. Aparecen artículos día sí, día también, sobre este suicidio que vamos a cometer. El último en The Economist España presume de transición verde mientras planea apagar entre 2027 y 2035 la única tecnología que da electricidad estable, baja en emisiones, que ayuda a contener precios y estabiliza la red eléctrica. El resto de Europa ha aprendido la lección de la volatilidad: hace falta potencia firme. Aquí preferimos la idiocia del cierre sin alternativa; primero dinamitamos el puente, luego ya veremos cómo cruzamos el río. Pura magia.

Pero no hemos visto nuclear crea empleo, industria, estabilidad nada todavía. Prepárense para el capítulo de cinismo más espectacular de la temporada que se avecina. Convocado el adelanto de elecciones autonómicas en Extremadura, vamos a ver al PSOE extremeño apoyar la continuidad de Almaraz. De repente, van a descubrir que la nuclear crea empleo, industria, estabilidad y deja muchos millones de euros en su región. Vamos a asistir a una pinza delirante, por lo cómico y lo trágico. Habremos pasado de un PSOE antinuclear a un PSOE pronuclear en Europa (con Teresa Ribera vendiendo pragmatismo en Bruselas), a un PSOE pronuclear en Extremadura y a un PSOE pronuclear en Cataluña. No me digan que no son unos artistas del camuflaje.

Llámenlo como quieran: yo lo llamo detector de cáncer institucional. Cerrar donde no hay votos que perder y negociar donde los necesitas no es política energética: es contabilidad parlamentaria. El diseño del sistema eléctrico no se efectúa bajo cuestiones técnicas, sino bajo la simple aritmética del escaño. Que nadie se sorprenda cuando la factura suba, las emisiones aumenten y la red se resienta. La electricidad no entiende de relatos, entiende de megavatios disponibles. Tampoco entiende si los megavatios son extremeños o catalanes. Ya saben ustedes: no dejaremos a nadie atrás. Al menos a nadie que nos convenga.

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