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Enrique de Diego

Iacobus, para pasarlo bien

La novela de aventuras, en el sentido más clásico de evasión, está teniendo una floración sorprendente. Está arrumbando a la novela social y aún a reflexión narrativa guerracivilista. Matilde Asensi es una de las firmas emergentes que, reconociendo su admiración por Pérez Reverte, se ha sumado con fuerza a esta tendencia y ofrece ahora su segunda novela Iacobus que transcurre, con algunas similitudes formales con El nombre de la rosa de Umberto Eco, en el siglo XIV entre la corte papal de Aviñón y la ruta jacobea, con la leyenda negra (fruto de las sospechas aventadas por la monarquía francesa en el juicio contra estos monjes-soldados-banqueros) del esoterismo de la Orden del Temple como fondo.

No se trata aquí de novela histórica, porque aunque hay apoyatura y documentación, no pretende en ningún momento reflejar una época ni describir un ambiente, sino hacer pasar un buen rato con una novela de misterio, policíaca, en la que la trama se desarrolla con la minuciosidad y la perfección de un reloj suizo.

Tiene el mérito Matilde Asensi de haber surgido al margen del mundo de los premios, con una primera novela El salón del ámbar de ambientación moderna que fue un espontáneo e inmediato éxito literario. De nuevo ha vuelto a producir un best seller de calidad con un estilo medido. En él, un monje hospitalario y su hijo bastardo, a los que se suma una hechicera judía de misteriosa belleza, han de desentrañar tres asesinatos de estado y descubrir el tesoro de la extinta orden templaria, de forma que terminará encontrando el Arca de la Alianza no en Egipto, como Indiana Jones, sino el mismísimo Bierzo. Recreación moderna de una saga de autores de literatura llamada juvenil del tipo de Julio Verne, Emilio Salgari o Jack London, que ha pasado a ser un nuevo fenómeno literario para adultos.

Matilde Asensi, Iacobus, Plaza y Janés, Barcelona, 2000, 312 páginas, 2550 pesetas.

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