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Agapito Maestre

España y Zapatero

Es tan terrible la negativa de Rodríguez Zapatero a hablar de España que, hoy por hoy, ya es un grito subversivo decir: ¡Viva España!

La locuacidad de la que hizo gala el presidente del Gobierno el día de la Pascua Militar fue una cortina de humo, o una sombra chinesca de carácter electoralista, para que nos olvidásemos por unos días del anuncio silencioso que hizo en la visita a los soldados españoles en el Líbano. Su visita a este país será recordada por ese olvido ominoso y lleno de veneno. No era un heraldo de algo grandioso, sino la confirmación de una forma de ser; en realidad se trataba de una muestra de la obsesión de este individuo que no pretende otra cosa que sustituir a un país por una entelequia totalitaria. El desmontaje pieza a pieza, región a región, nombre a nombre, que este político está llevando a cabo de una realidad histórica sólo tiene parangón con los terroríficos revolucionarios de la Francia de Robespierre, la Rusia de Lenin y la Alemania de Hitler.

Sí, sí, las paparruchadas de este Zapatero del día de la Pascua Militar constituían un disfraz harapiento para ocultar coyunturalmente al Zapatero implacable y disciplinado, arbitrario y resentido, que está llevando a cabo una revolución totalitaria tanto en el ámbito de las formas políticas como de las costumbres inéditas en Europa. Rodríguez Zapatero no ha tenido lapsus alguno al dirigirse a las tropas españolas en el Líbano. Quien crea en esos despistes es un ingenuo. Por el contrario, ahí hallamos una prueba más de que este político es coherente, frío y distante. Es el gobernante más "transparente" y plano, y políticamente cruel, que ha tenido España en la época moderna. No disimula. Se afirma en su perfidia.

Por eso, precisamente, Rodríguez Zapatero no hizo lo que hace cualquier gobernante democrático de Europa, a saber, dar un grito de salutación a su país. Por ejemplo, el presidente de la República de Francia dijo recientemente "Viva Francia" al visitar a sus tropas en el extranjero, y otro tanto hizo el primer ministro de Gran Bretaña. Eso es, en efecto, lo que hace un gobernante demócrata, es decir, alguien que jamás osaría cuestionar la indisolubilidad de la nación histórica de la nación de ciudadanos que se construye día a día.

Sin embargo, Rodríguez Zapatero no sólo ha dicho que el concepto de nación española es una cuestión discutida y discutible sino que, simple y llanamente, la quiere cambiar, o mejor, suplantar. No importa cómo se conciba esa transformación siempre que España, la nación española, desaparezca. Es el objetivo revolucionario, o sea, totalitario de Rodríguez Zapatero. De ahí que no quiera gritar: ¡Viva España! A él y, naturalmente, a millones de sus seguidores, les gustaría volver al grito de ¡Viva la República! Se trata de volver al régimen republicano que, además de provocar la guerra más cruel de todos los tiempos de España, sustituyó una realidad histórica, una patria, en fin, una nación, por una entelequia o abstracción política, la República. Terrible.

Es tan terrible la negativa de Rodríguez Zapatero a hablar de España que, hoy por hoy, ya es un grito subversivo decir: ¡Viva España! Nadie, pues, se sorprenda si es castigado el honrado y subversivo militar que gritó, en Líbano, ¡Viva España! Otra vez, como en las peores épocas de nuestra historia, uno puede morir simple y llanamente por decir: ¡Viva España!

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