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EDITORIAL

Podemos, con lo más podrido del sistema

No es de extrañar que Pablo Iglesias haya fichado a un personaje tan siniestro de las cloacas del Estado como José Manuel Gómez Benítez.

Es público, aunque no notorio, que Pablo Iglesias ha elogiado a la "izquierda vasca y ETA" por –dice– haber sido los primeros en darse cuenta de que la democracia española no es tal sino una metamorfosis de la dictadura franquista y de que la Transición no fue sino "una forma lampedusiana de cambiarlo todo para que todo siguiera igual". En cuanto a Podemos, no se diferencia en nada de la denominada izquierda abertzale salvo en el hecho de que la formación de Iglesias se presenta en toda España; por lo demás, constituyen una única voz para todo, incluido lo relacionado con la excarcelación de los presos de ETA y el falso derecho de secesión de lo que ellos llaman los "pueblos" de España.

La democracia española tiene defectos, como los tienen todas; pero la falta de democracia interna de los partidos, la corrupción, la burocracia adherida al insostenible modelo autonómico, la falta de observancia de las leyes, los ataques a la separación de poderes y el clientelismo político con fondos públicos, por sólo citar algunos de ellos, no harían sino agravarse si una formación liberticida como Podemos consigue amasar importantes cotas de poder.

No es de extrañar que Pablo Iglesias haya incluido en su lista para las tramposas primarias de Podemos al Congreso a un personaje tan siniestro de las cloacas del Estado como José Manuel Gómez Benítez. Emisario del Gobierno de Zapatero ante ETA, Gómez Benítez fue quien, según actas incautadas a los criminales por la Justicia francesa, puso el chivatazo policial sobre el bar Faisán como prueba de la voluntad del Ejecutivo socialista de proseguir las negociaciones con la banda terrorista.

Al recién llegado a las filas de Podemos la denostada casta socialista le premió nada menos que con un puesto en el Consejo General del Poder Judicial, desde donde se dedicó a utilizar la lucha contra la corrupción de forma artera contra quienes no comulgaban con sus postulados ideológicos, como quedó demostrado con su archivada denuncia contra Carlos Dívar o con su cómplice silencio ante las tropelías de su amigo Garzón.

Que Gómez Benítez diga que Iglesias le ha fichado por su "perfil contra la corrupción" y su "pasión por lo público" no deja de ser un eufemismo para señalar que ambos comparten los postulados de la izquierda radical, y de la abertzale, y que, en temas de corrupción, siempre ven la paja en el ojo ajeno pero nunca la viga en el propio.

Es lógico que quien elogia como "servicio público muy interesante" atentar contra el Estado de Derecho para negociar con terroristas se integre en una formación como Podemos. Lo que no tenía lógica alguna es que este personaje formara parte del Consejo General del Poder Judicial.

De nuevo queda de manifiesto que Podemos no viene a curar los males del sistema democrático sino a terminar de pudrirlo.

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