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Antonio Robles

Made in Catalonia

Esta investidura forzada es la última artimaña del independentismo para buscar el martirio y vender la maldad intrínseca del Estado español.

Buscaban un nuevo presidente mártir. La orden de procesamiento del juez Pablo Llarena contra Jordi Turull, su último elegido, les permitió soñar con su encarcelación un día después de ser investido.

Cataluña debe de ser la única sociedad de la Historia que pone en la derrota más empeño que en la victoria; o, por ser más exacto, busca la derrota como atajo para imponer su hegemonía moral sobre quien se la inflige. Incluso podría afinar aún más, fabrica la derrota para condenar a quien logra la victoria como una forma de arrancarle todo rasgo de humanidad. Su obsesivo empeño en dejarle sin argumentos y neutralizarle. Sadomasoquismo a partes iguales. Lo mismo que hicieron con el 1 de Octubre, utilizar a la sociedad civil, a niños y ancianos, frente a las Fuerzas de Seguridad del Estado, para forzar sangre y fotos y provocar indignación. La encerrona realizada por los Mozos de Escuadra, abandonando a su suerte a la Guardia Civil y a la Policía Nacional, fue juego sucio y cobardía.

Esta investidura forzada es la última artimaña del independentismo para buscar el martirio, hacerse la víctima, dar pena, cargarse de razón y vender la maldad intrínseca del Estado español. A falta de agallas para aceptar las reglas democráticas, precipita la investidura de un imputado en el golpe institucional con la esperanza de que, un día después, el juez Llarena encarcele al presidente recién elegido.

Eso es respetar la separación de poderes, buscar el diálogo, trabajar para el apaciguamiento, colaborar con los poderes del Estado. La cara real de la revolución de las sonrisas de mentira.

He aquí la verdadera naturaleza del nacionalismo, un colosal fake que empezó con la conmemoración patriótica de la derrota de 1714 y ha infectado por completo la historia de Cataluña y el alma de millones de catalanes. He aquí su patología, vivir del martirio, de las greuges, antes que presentarse como adultos y responsables para resolver los problemas. Lastimoso, patético este patio de colegio lleno de plañideras.

¡Qué pérdida de tiempo! Prefieren seguir jugando a la gallinita ciega con el Estado, como niños consentidos, que salir del laberinto político en que han perdido hasta la vergüenza.

Y salió Jordi Turull con ese aire de clero regodeándose en la autocompasión. Que si mis hijas, que si mis principios y bla, bla, bla: "Prefiero ser víctima de injusticias…" y bla, bla bla. Ya solo les faltaba mancillar a Sócrates ("Más vale sufrir la injusticia que cometerla"), y Turull lo hizo después de que el procés haya manoseado a Mandela, a Luther King, a Gandhi, a la democracia y a la libertad. Una fonética plañidera para ocultar al fanático que lleva dentro. Y de nuevo "la lengua catalana debe ser…" ¡Que Dios nos libre de tanta piedad!

Un discurso plasta, una lectura precipitada, a trompicones, como si ya solo quedara el trámite. Nunca antes un discurso anunció la derrota de antemano con tanta dejadez, con tan poca convicción. Ni ellos se creen ya sus mentiras.

Y encima, el intento por forzar la investidura ha sido un solemne fracaso. Definitivamente son unos impresentables. Ni unas nuevas elecciones borrarían tanto parvulario.

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