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José García Domínguez

El muro de Trump lo levantó Clinton

Nadie se ríe cada vez que se vuelve a repetir por enésima vez ante un micrófono español lo del siniestro muro del siniestro Trump.

Nadie se ríe cada vez que se vuelve a repetir por enésima vez ante un micrófono español lo del siniestro muro del siniestro Trump.
El entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en la frontera con México. | Cordon Press

Otra vez el eterno chantaje emocional de siempre, esta vez dirigido y patrocinado por el último dinosaurio bielorruso de la era soviética, en las pantallas de todos los televisores a la hora del informativo: centenares de familias de inmigrantes ilegales tratando de asaltar por la fuerza la frontera de un país soberano que posee sus propias leyes migratorias. Ahora, la de Polonia. Y como siempre en estos casos, el inmediato recuerdo entre los comentaristas de la radical inhumanidad de Trump al promover la construcción del más célebre muro que, con permiso del de Berlín y también de la Gran Muralla China, haya existido jamás en el planeta. Intolerable, sin duda, lo del muro de Trump.

Intolerable, sobre todo, porque, tal como todo el mundo debería saber pero casi nadie sabe, resulta que el muro de Trump no es de Trump. Estos días se está haciendo por aquí mucha chanza a cuenta de algunos centenares de pobres idiotas yanquis, todos salidos de la muy psicodélica peña de los antivacunas y demás tarados conspiranoicos de QAnon, que se concentraron en Dallas a la espera de que un Kennedy resucitara de entre los muertos para afiliarse al Partido Republicano; sin embargo, nadie se ríe cada vez que se vuelve a repetir por enésima vez ante un micrófono español lo del siniestro muro del siniestro Trump.

Y nadie se ríe porque tampoco nadie pierde un par de minutos de su precioso tiempo en las redacciones de las grandes cadenas de televisión en explicar al respetable público que los Estados Unidos de México y los Estados Unidos de América comparten 3.200 kilómetros de frontera. Una frontera de 3.200 kilómetros, la que separa a los norteamericanos anglófonos de los norteamericanos hispanos, de la cual aproximadamente un tercio, 1.100 kilómetros para ser precisos, se ven surcados ahora mismo por un muro izado a instancias de los primeros. Bien, pues resulta que ese muro, el horrible muro del horrible Trump, lo mandó construir un tal Bill Clinton. Al punto de que 600 de sus 1.100 kilómetros resultaron ser exclusiva obra personal suya. Luego, Bush Junior añadió por su parte otros 200, y Obama, por la suya, 115 más. ¿Y el malvado Trump? El malvado Trump, apenas 300. Pero aquí nos seguimos riendo a carcajadas de lo tontos y crédulos que son en USA.

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