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Pablo Planas

La invasión de la ultraderecha

Si todavía no le han acusado de ser un elemento de la ultraderecha es porque forma parte del Gobierno, algo está haciendo mal o no es de este mundo.

Si todavía no le han acusado de ser un elemento de la ultraderecha es porque forma parte del Gobierno, algo está haciendo mal o no es de este mundo.
Tractores en la manifestación del campo celebrada este fin de semana en Madrid | EFE

Según las últimas consignas del Gobierno de Pedro Sánchez, quien proteste contra el susodicho Gobierno es de ultraderecha o de extrema derecha, tanto monta. Exprimida hasta la última gota y con notable éxito entre los medios que dan cobertura al Ejecutivo la teoría de que la culpa de todo lo malo que ocurría era de Franco, la siguiente sospechosa habitual es Isabel Díaz Ayuso, pero a la presidenta de la Comunidad de Madrid ya le han cargado todas las responsabilidades posibles en materia de pandemias y paraísos fiscales. No cuela y no sirve, pues, para endosarle la escalada del recibo de la luz y del precio de los carburantes o los lineales vacíos en los supermercados. Putin, por su parte, es demasiado obvio como villano y además está muy lejos. Así que nada mejor que agitar el fantasma de la ultraderecha.

De este modo y a tal efecto, los transportistas que se han declarado en huelga porque si arrancan el camión pierden dinero son la extrema derecha pura y dura, además de quintacolumnistas putinejos. Tal es la especie que se difunde en emisoras como la Ser o la del conde de Godó en Barcelona. Los camioneros, qué peligro, todos con el brazo en alto, saludando a la romana. Unos fascistas de cuidado, igual que los ganaderos que pierden dinero si venden la leche y aún así prefieren no tirarla, lo que les saldría más a cuenta. Vaya fachas, los tíos. Y encima se quejan de que el grano para dar comer a los animales está caro. O esos agricultores que al igual que los de las vacas ya no pueden más. Otros facciosos.

Fascistas son también las familias a las que no les alcanza para pagar las facturas del gas o la electricidad. ¿A quién se le ocurre? Pretenden comer caliente, encender los fogones o poner lavadoras. Pero si ha dicho Josep Borrell que hay que luchar contra Putin pasando frío y que cuanto más frío se pase, peor para Putin. Antes, cuando gobernaba Rajoy, esas mismas familias eran víctimas de la "pobreza energética". Pero tal cosa desapareció cuando Sánchez se mudó a la Moncloa. De modo que ahora son nidos de fachas, bandas de descontrolados, puros ultras.

Y cómo será la cosa que el país, España, se está llenando de aficionados a los toros fascistas, de cazadores de extrema derecha, de camioneros con el yugo y las flechas por blasón, de labriegos que se pasan el día cara al sol, de pobres ultras, de familias de radicales que no llegan a fin de mes, de manifestantes facinerosos, de saboteadores y de piquetes que antes estaban bien y ahora no. El escenario es dantesco, un infierno de no sentirse las piernas. Todo es extrema derecha. De hecho, si a usted todavía no le han acusado de ser un elemento de la ultraderecha o un provocador faccioso es porque forma parte del Gobierno, algo está haciendo mal o no es de este mundo.

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