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José García Domínguez

Macron

Francia está abocada a un nuevo marco de disputa que ya no enfrentará a derecha e izquierda, sino a liberales frente a antiliberales.

Francia está abocada a un nuevo marco de disputa que ya no enfrentará a derecha e izquierda, sino a liberales frente a antiliberales.
Emmanuel Macron, presidente de Francia | EFE

Mientras redactó estas líneas apresuradas, un par de horas antes de que cierren los colegios electorales en la Francia continental, los medios de comunicación siguen repletos a rebosar de los lugares comunes habituales sobre lo terrible que resultaría para el destino de la Humanidad que no ganara otra vez el candidato del establishment. Como ya viene siendo costumbre, se evalúan estas elecciones francesas en términos apocalípticos, marco que pretende contraponer el centrismo que encarnaría Macron a la extrema derecha populista de Le Pen. Una categoría esta última, la extrema derecha populista, que nadie en realidad acierta a definir con una mínima precisión conceptual.

¿En qué se diferencia, por ejemplo, la extrema derecha populista de la extrema derecha a palo seco? Misterio. Se insiste en dramatizar la disyuntiva entre Emmanuel y Marine como si de su resultado dependiera una mutación trascendental en el escenario político francés. Pero lo cierto es que esa gran mutación histórica, el gran cambio crítico de las coordenadas convencionales dentro de las que siempre se había movido la vida política de la Quinta República, no se va a producir este domingo, gane quien gane. Y no se va a producir ahora por la sencilla razón de que tal mutación fundamental ya se produjo en 2017.

Porque Macron no resulta ser un presidente más de la Quinta República, uno menos carismático que De Gaulle, menos chulito que Sarkozy y menos borde de Giscard d'Estaing. No, Macron no es uno más. Macron, en palabras de Marcel Gauchet, es "el primer liberal auténtico, en el sentido filosófico del término, que surge en la escena política francesa desde hace mucho tiempo". Así, a partir de su irrupción en el tablero institucional, de su personal empeño en la voladura controlada de los dos partidos clásicos que se turnaron en el gobierno del país desde la posguerra, Francia está abocada a un nuevo marco de disputa que ya no enfrentará a derecha e izquierda, dos categorías en proceso de extinción desde 2017, sino a liberales frente a antiliberales. Por lo demás, una división a la que también estará llamada el resto de Europa, tanto la del Oeste como la del Este. El verdadero heterodoxo es Macron.

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