Las continuas mentiras de Pedro Sánchez hacen que cualquier afirmación polémica que afecte a su Gobierno deba ser analizada con la máxima prevención. Si por algo se ha distinguido Sánchez desde que llegó a la Moncloa es por haber cambiado de discurso con la mayor desfachatez las veces que sean necesarias en los asuntos susceptibles de provocar un desgaste a su Ejecutivo social-comunista. La factoría monclovita se distingue por su afición desvergonzada a las campañas de manipulación, y ese no es buen aval para que la ciudadanía crea su versión sobre el presunto robo de datos que habrían sufrido en sus teléfonos tanto el propio presidente del Gobierno como la ministra de Defensa, Margarita Robles.
En primer lugar, cabe preguntarse por qué se denuncia ahora la intrusión ilegal en los móviles de ambos, cuando, según denuncia el Gobierno, los hechos se produjeron hace prácticamente un año. Esa primera circunstancia permite ya albergar serias dudas sobre la versión pergeñada por los secuaces del lacayo Félix Bolaños, ministro de la Presidencia. En todo caso, si fuera cierto que se hackearon los terminales de Sánchez y Robles, lo procedente sería determinar si también fueron víctimas de espionaje los demás miembros del Ejecutivo y personalidades de primer nivel de los otros poderes del Estado, así como la Casa Real. Nada ha dicho Bolaños sobre este aspecto esencial para determinar la gravedad del supuesto ataque. La afirmación del lacayo de Sánchez de que se trató de un ataque exterior, sin ninguna prueba que lo avale, tiene todos los visos de ser una declaración elaborada para dar forma a una campaña propagandística, lanzada precisamente cuando los socios de Sánchez amenazan con derribarlo por un caso de espionaje similar.
Pero lo que ya resulta inaudito es que se haya elegido para hacer el anuncio el día de la Comunidad de Madrid, en el que la plana mayor del PP ha celebrado junto a Isabel Díaz Ayuso la festividad de la autonomía más potente económicamente y con mayor grado de libertad, modelo de éxito que la nueva dirección nacional del PP haría bien en tratar de llevar al resto de España.
En este nuevo embrollo bochornoso provocado por la factoría monclovita está desempeñando un papel determinante Podemos, que, una vez más, ha salido a la palestra a hacerle el juego sucio a Sánchez y a sus socios independentistas pidiendo desaforadamente la destitución de la ministra de Defensa, detestada por proetarras, separatistas y los propios comunistas. El terreno ha quedado así abonado para que se produzca la dimisión forzada de Robles o su destitución, lo que no dejaría de ser demoledor para una ministra sanchista desde el primer momento, que recibiría de esta forma el premio de su líder a su probada lealtad.