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José García Domínguez

El verdadero 'apartheid' catalán

La otra guerra, la invisible, la demográfica, también se la vamos a ganar.

La otra guerra, la invisible, la demográfica, también se la vamos a ganar.
LD

Nuestros micronacionalistas domésticos andan convencidísimos de que la construcción nacional de Cataluña se decide todas las mañanas en las aulas estrictamente monolingües de los colegios. Pero están muy equivocados. Y es que donde se decide de verdad la construcción nacional es todas las noches en las camas de las parejas de la demarcación. Porque la independencia, si es que alguna vez llegara a consumarse, dependería de la demografía, no de la imposición al censo en su integridad de la gramática de Pompeu Fabra. Ahora mismo, por ejemplo, españolistas y separatistas estamos casi empatados, una simetría estructural entre los bloques que se constata en todos los procesos electorales, por la muy objetiva razón de que ambas comunidades identitarias compartimos idénticas pautas natalistas.

Al cabo, casi lo único que hoy nos hace reconocibles a unos y otros en tanto que miembros de una misma unidad territorial, económica y política es que concebimos muy pocos hijos. Los separatistas, que en general tienden a proceder de las estirpes familiares que remontan sus raíces autóctonas a más de tres generaciones, se reproducen a cuentagotas. Pero es que los descendientes de los flujos migratorios internos de los años sesenta del siglo pasado, grosso modo la mitad del censo con nacionalidad española de origen, no se significan por conducirse de modo diferente. Porque el problema, su problema, no es ese mísero 25% de castellano en las aulas, sino el cada vez más lejano 51% de catalanes puros en las mesas de votación.

Y, puesto que ni ellos ni nosotros nos animamos a concebir hijos, la acción oro que decida la eventual separación de Cataluña la van a tener los vástagos actuales de los inmigrantes extranjeros hacia mediados de siglo. De ahí que, si Cataluña fuera una sociedad multicultural, yo me sentiría pesimista. Pero si no lo soy es porque en Cataluña no hay multiculturalismo alguno sino guetificación, asunto bien distinto. Ocurre que ningún votante de la Esquerra o de Junts mezcla a su prole con los hijos de los inmigrantes en los colegios públicos, los de los fanáticos de la inmersión. Los rehuyen sin siquiera disimulo. Por eso la otra guerra, la invisible, la demográfica, también se la vamos a ganar.

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