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José T. Raga

Cuántos son y para qué están

Las dudas y el pesimismo se acumulan en el tiempo, mientras el gobierno sigue como si nada. Y es que nada le importamos.

Las dudas y el pesimismo se acumulan en el tiempo, mientras el gobierno sigue como si nada. Y es que nada le importamos.
Primera reunión del Consejo de Ministros del nuevo gabinete de Pedro Sánchez. | EFE

Basta tener los ojos abiertos y los oídos atentos para concluir que en España todos los días nos brindan la oportunidad de reflexión, de comentarios, incluso de alegrías o pesares, porque hay materia abundante para ello.

Es cierto que es cambiante el motivo para la reflexión, y por ende para las alegrías y los pesares. Además de los intereses personales, a menudo inconfesables, los dimes y diretes aireados por los medios convierten al español medio en un ser a veces confuso por las contradicciones y casi siempre pesimista por lo que ve y por lo que imagina en los entresijos de la vida política.

Debemos aceptar, hasta donde la paciencia y el decoro permitan, que en la política española, frecuentemente, subyace un hálito de duda, considerando sólo la verdad oficial, y un torrente de pesimismo que se afianza con el transcurso del tiempo, sin el mínimo atisbo de credibilidad. Así que las dudas y el pesimismo se acumulan en el tiempo, mientras el gobierno sigue como si nada. Y es que nada le importamos.

Habría que pensar que, ya que los constituyentes optaron por un sistema de elección basado en la Ley D’Hondt, –ley que consagra la desigualdad entre los españoles– al menos los beneficiados del sistema deberían mostrar alguna intención de eliminar contrariedades y aclarar qué les unió en la partida y para qué fin/interés.

De un plumazo se resolvió por la fórmula menos exigente: la coalición de partidos. Pues coalición se define como la unión transitoria de personas, grupos políticos o países con un interés determinado.

¿De qué interés? Se supone que a nadie importa. Es verdad que los coaligados no estaban preocupados por los valores morales para una convivencia política. Pero frecuentemente uno de los coaligados –Podemos– hacía mención al documento, que nunca conocimos, firmado con el Presidente Sánchez.

¿Cabría una coalición para delinquir? ¿Por qué no? Es verdad que a eso se le llama pandilla, pero nunca se sabe el significado exacto de los términos. Pero, sí cabría como interés determinado que les uniera la liberación a los delincuentes de sus penas, facilitando a los futuros el camino para su comisión.

El problema, según las últimas informaciones, es que el Presidente y su dominio, se sienten obligados a complacer al coaligado, renunciando a su interés determinado. Eso, olvidando a cuántos representa ese coaligado, pues, entre el voto de un escaño de EH Bildu, representando a 55.524’20 electores, está el de un escaño de CS –no coaligado– que alcanza 165.031’80 electores.

Se alumbran ya conflictos varios: la malversación, el sólo sí es sí, los Leopard 2 para Ucrania, y más importante, el de abortar las menores de edad sin autorización tutorial, que supone reconocer capacidad de decisión a quien no la tiene, además de expropiar un derecho, el del ejercicio de la tutela efectiva por los padres, salvo decisión judicial.

¿Pretende el Estado ser el nuevo tutor de las menores desprotegidas?

¡¡DIOS NOS LIBRE DE ELLO!!

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