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Cristina Losada

La estrategia del resentimiento

Hay un empeño claro para desviar el descontento social por la subida de precios hacia una lista variable de "enemigos del pueblo".

Hay un empeño claro para desviar el descontento social por la subida de precios hacia una lista variable de "enemigos del pueblo".
Pedro Sánchez. | Europa Press

En el Senado, el presidente del Gobierno dio, con aparente objetividad, un dato. En una década, dijo, los precios han subido un 17 por ciento y los salarios un 10,6 por ciento. Esta comparación le servía de trampolín para anunciar la nueva subida del salario mínimo y, asunto no menos importante, para presentar a su Gobierno como el gran justiciero social: el que más ha hecho y hará para cerrar la escandalosa pérdida de poder adquisitivo que perjudica a la mayoría. La brecha se la achacó a otros, cómo no, y pudo hacerlo porque el dato de la década permitía camuflar algo muy inconveniente: que aquel 17 por ciento se debía, sobre todo, a la inflación de dos años, 2021 y 2022. La más notable pérdida de poder adquisitivo en España en la última década ha tenido lugar bajo el Gobierno autodenominado de progreso. Y en sólo dos años, los últimos. Esa es la realidad.

La narrativa gubernamental no se limita a operaciones de camuflaje como ésta, relativamente fáciles de hacer y también de descubrir. Aunque hay que ponerse. Se está consolidando un marco político destinado a atizar el enfrentamiento entre los "de arriba" y los "de abajo", como decían en sus tiempos los podemitas. No es sólo que a los socialistas les haya dado por imitar el lenguaje de sus socios con el fin de arañar unos cuantos votos en aquel caladero, ahora en desbandada. Esto ya tiene más empaque. Hay un empeño claro para desviar el descontento social por la subida de precios hacia una lista variable de "enemigos del pueblo", lista en la que están los que más tienen, las grandes empresas, los bancos, las eléctricas y quien quiera que venga bien, en función de las noticias o las manías del momento. La cuestión es evitar que el enojo se dirija contra el Gobierno. Simple y demagógico.

Simple, demagógico, nocivo, absurdo e incomprensible. Nocivo porque divide y enfrenta al culpar falazmente a unos sectores sociales de los problemas que padecen otros. Absurdo porque vivimos en países donde existen los mecanismos para que los que más ganan y más tienen sean los que más aporten. Incomprensible, porque azuzar el enfrentamiento entre los "de arriba" y los "de abajo" no es propio de un partido que se dice socialdemócrata. A fin de cuentas, esa divisoria no es más que una versión infantilizada de la vieja lucha de clases y los socialdemócratas abandonaron aquel dogma hace mucho tiempo. Gracias a que lo dejaron, forman parte del mainstream y no de la marginalidad política. Pero el PSOE vuelve a su doble juego. Sánchez coquetea, a la vez, con la retórica radical y con los mega poderosos de Davos. Es evidente que no cuela como líder obrero de los años 30 y que se le ve más en su salsa entre los magnates. Puede que gane algo atizando el resentimiento social, pero España no ganará nada. Tiene su aquel que quienes más hablan de cohesión social, sean los que más dividen y enfrentan.

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