
En ocasiones esta vida nos lleva a hacer cosas, aceptar compromisos, trabajos o incluso parejas que en realidad no queremos. Todos somos nosotros y nuestras circunstancias y, aunque tengamos libre albedrío, no siempre gozamos de libertad total de elección. Así es la vida. En cualquier caso, pese a que no siempre vaya uno a la guerra o al amor totalmente convencido, en ambos casos es fundamental para el éxito de la empresa que lo parezca: ni la trinchera ni el altar son sitios en los que sea bueno mostrar dudas.
Desde luego una moción de censura poco tiene que ver con el matrimonio, pero dada la situación política actual sí que es un poco no sé si como una guerra, pero al menos sí como una batalla. Y a ese combate Vox llega transmitiendo una tonelada de dudas: sólo unas horas antes del anuncio oficial su portavoz parlamentario decía que quedaban "flecos" en la negociación con el candidato y en ningún momento del proceso los de Abascal han transmitido un excesivo entusiasmo.
Hay que tener en cuenta, además, que desde el punto de vista de los votos la moción de censura está condenada al fracaso, eso no quiere decir que políticamente no se pudiera ganar, pero para eso sería necesario cuidar todo lo demás, no sólo el discurso de Tamames. Nos guste o no, desde el punto de vista de la opinión pública la iniciativa empezó a ganarse o perderse en el primer momento en el que apareció un posible candidato, nos guste o no para estas cosas es fundamental eso que ahora se ha dado en llamar –expresión horrible, lo sé– el relato.
A esto hay que sumar el propio candidato, que con todo el respeto a su ya muy lejana trayectoria pública ni es de consenso, ni tiene experiencia de gobierno –los dos requisitos que planteó Abascal para elegirlo– ni está hecho a las formas barriobajeras de la política y especialmente de la izquierda actual. Vamos que Sánchez, ojalá me equivoque, lo va a destrozar en la tribuna del Congreso, porque el bueno de Tamames ni siquiera creo que entienda los abismos de indecencia, caradura y desvergüenza a los que puede llegar el presidente del Gobierno en la sede de la Soberanía Nacional.
Por si todo lo anterior no fuese suficiente, la moción de censura no puede llegar en un momento más inoportuno: con el Gobierno más dividido que nunca y la actualidad en torno a cuestiones que hacen daño a Sánchez –la ley del "sólo sí es sí", la ley Trans, la inflación…– le da al PSOE y sus adláteres la oportunidad de cambiar la agenda, que se olvide todo lo demás, sólo se hable de una moción esperpéntica y, encima, la izquierda de una imagen de unión y unidad que cada día estaba más rota… hasta ahora.
Escribí sobre este tema hace un par de semanas en la esperanza de que al final alguien en Vox tuviese la lucidez suficiente para frenar esta moción en propia puerta que va a ser un error fenomenal; por desgracia no ha sido así y el Gobierno ya anda celebrando que, como si Abascal fuese Courtois, les ha dado un pase al pie y en el área pequeña. Mal se va a tener que dar para no marcar por toda la escuadra, ahora que ya parecían tener el partido perdido, y me temo que Ramón Tamames tampoco es Vinicius.
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