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Pedro de Tena

Tormenta, reforma democratica y Res Hispánica

España no es despreciable a pesar de tantos miserables que la han descompuesto y denigrado.

España no es despreciable a pesar de tantos miserables que la han descompuesto y denigrado.
Barcelona, vista desde el Tibidabo. | C.Jordá

Siempre hay apuestas sobre todo. La mía es que, antes o después, las relaciones internacionales van a estallar como una negra tormenta sobre los habitantes de todo el mundo. No se trata sólo de ideologías malévolas que propician la destrucción de clases, naciones y zonas enteras para instaurar una dictadura única mundial. Se trata de cambios esenciales en la ciencia y la tecnología, que han dado paso a alteraciones inesperadas en las relaciones entre culturas diferentes, ninguna de las cuales ha renunciado a su voluntad de poder. Pero la mayoría de los ciudadanos, españoles incluidos, entierran su cabeza en la tierra para no ver otra cosa que lo conocido y sentirse seguros reconociendo lo reconocido.

Nadie sabe lo que va a ocurrir con certeza, pero sabemos, por la experiencia reciente, que las chispas son los simpecados del fuego. Lo de la guerra de Ucrania, ese paso insolente dado por un tirano como Vladimir Putin, ya ha cumplido un año y ha contabilizado decenas de miles de civiles ucranianos muertos, según la ONU, la fuente menos contaminada, y centenas de miles de soldados de uno y otro bando. Se trata, no de la guerra en sí, sino de cómo se ha originado: sin pudor, sin legalidad, sin respeto a nada. Sencillamente, se considera que tales zonas del mundo son propiedad del tirano o terrenos de expansión o defensa o necesidad y se invaden. Recuerda demasiado a los mecanismos diabólicos por los que Hitler invadió países aludiendo a la necesidad de expansión de la gran Alemania. Sabía que al final de la aventura estaba la guerra total, pero no le importó.

No parece dudoso que es la civilización que llamamos occidental la que está en el ojo del huracán de los movimientos que se observan. Europa, desde Ucrania a España y América, desde Canadá a Argentina, son las continuadoras de civilizaciones que parieron la filosofía, la ciencia, la tecnología, el derecho y las libertades individuales. Durante varios siglos, desde la primera globalización española de los siglos XV y XVI a las globalizaciones imparables de los siglos XIX y XX, esta civilización ha dominado el planeta y ha derramado sus conocimientos y sus técnicas por las demás culturas. Gracias a todo ello, el mundo es más libre y menos pobre, a pesar de la innecesaria crueldad de algunos de sus procedimientos.

Dice el pensador Ignacio Gómez de Liaño en su reciente libro El eclipse de la civilización, creo que de toda civilización y ciudadanía en libertad, pero desde luego de la euroamericana, que pueden considerarse enemigos de sus logros las figuras de Marx, Hitler y Mahoma mientras que sus inspiradores fueron Cicerón, Séneca y Pablo de Tarso. Los primeros no sienten aversión alguna, al contrario, por las tiranocracias mientras que los segundo trataron de orientar la vida occidental hacia la éticocracia y la libertad.

Nuestro amigo, pensador y vecino de columnata, Agapito Maestre, ha subrayado muchas veces la necesidad de una reflexión sobre el papel de España en la Historia, un papel que algunos siguen tratando de desmerecer y ennegrecer porque intuyen que esta nación se enfrentó directamente a dos de los inspiradores de las tiranocracias y fue casi impermeable a la influencia del tercero mientras incubó y desarrolló, ya en los siglos XV y XVI, los elementos heredados del Derecho romano, de la filosofía de la libertad y de la moral ciudadana.

Ahora, esa reflexión va a dar comienzo de forma compartida en las jornadas que se van a celebrar en el Real Centro Universitario María Cristina del Monasterio de El Escorial los días 31 de marzo y 1 y 2 de abril y al que podrá asistirse vía streaming. Va ser el primer acto de un grupo de amigos, libres y sin ataduras políticas de clase alguna. Se llama Res Hispánica, porque se trata de España pero no se ha querido siquiera dotar de contenido a lo que vaya a ser por lo que se ha bautizado como "Res", cosa hispánica, la mínima expresión de un significado. Lo que vaya a ser será fraguado por todos en el maravilloso regalo de riqueza intelectual y ética que es el diálogo abierto y sincero. La Hispanidad es una entidad, una Res, una cosa cierta, que, dentro de la civilización occidental, atañe a centenares de millones de personas y crece con fuerza sorprendente en Estados Unidos y otras partes del mundo. Hasta el comercio con China fue desarrollado desde la Nueva España.

Pero es preciso, para centrarse en lo esencial del momento histórico que vivimos y ante la tormenta que se cierne sobre todos, que combatamos al bandolerismo político de unos partidos podridos y a la medianía intelectual y moral de unas castas burocráticas acéfalas, y reformemos en serio este gran país para que su historia, su proyección y sus valores confluyan en una eticocracia moderna, con la persona concreta y vital en su centro, que sea capaz de resistir a los tiranos que se ven venir a lo lejos y que muestran un desprecio absoluto por vidas y libertades. España no es despreciable a pesar de tantos miserables que la han descompuesto y denigrado. España es un porvenir en el seno de esa "Res Hispánica" que viene. Esforzarnos por ella, cuando menos, nos libra del asco que nos produce la degeneración "oficial".

En España

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