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La resistible ascensión de Pedro Sánchez

Los fracasos le acrecientan la soberbia; cuanto en menos le tienen los demás, en más se tiene él a sí mismo.

Los fracasos le acrecientan la soberbia; cuanto en menos le tienen los demás, en más se tiene él a sí mismo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

Escena primera. Edificio Servicios del Complejo de La Moncloa, 20:30 horas del 13 de abril. En la centralita del servicio médico se activa la alerta. La telefonista de guardia atiende la llamada que entra por la línea reservada. Deben acudir con urgencia a las dependencias privadas del presidente del Gobierno. La UVI móvil arranca y el jefe médico sale a la carrera. Son poco más de 200 metros —cuesta abajo— los que le separan del palacete donde mora su Sanchidad. Lo encuentra en un grito de dolor, con la quijada bloqueada ¿Qué ha sucedido?, interroga a Óscar López. El director del Gabinete monclovita, trémulo, apenas acierta a responder: "Le pasé una nota con los resultados de la junta de accionistas de Ferrovial, vi cómo se congestionaba, enmudeció y después este horrible grito. Me recordó a Michael Corleone cuando Mosca de Montelepre dispara a su hija Mary".

Se acababa de conocer el resultado de la votación del punto 10.1 "Fusión transfronteriza intracomunitaria": 524.626.719 votos a favor (el 93,3% de los accionistas presentes o representados). No había margen para ninguna maniobra de distracción. La operación de acoso y derribo lanzada desde La Moncloa había fracasado estrepitosamente.

Operación encabezada por Pedro Sánchez, quien había aludido directamente al empresario por su nombre. Comparecía —el 2 de marzo— en Copenhague junto a la primera ministra, la socialdemócrata Mette Frederiksen: "En España hay ejemplos extraordinariamente positivos de grandes empresarios comprometidos con su país. Desde luego, tras este anuncio, no es el caso del señor Del Pino".

Escena segunda. Los actores se retiran. Aparece sobre el escenario un relator. Lee: "En 1931, Olivér Brachfeld (psicólogo húngaro) entrevistó a Ortega y Gasset para la revista Internationale Zeitschrift für Individualpsychologie. Según Brachfeld, el filósofo español explica muy acertadamente el mecanismo de la soberbia: nuestro ánimo se revuelve y subleva contra una realidad que anula la estimación en que nosotros nos tenemos. Esa realidad nos parece fraudulenta, y con ese movimiento interior tendemos a borrarla y corregirla. Para Ortega, la soberbia es una enfermedad de la función estimativa".

Cae el telón.

Escena tercera. Pedro Sánchez porta los atributos que le identifican como presidente de la Internacional Socialista: un mandil de piel de cordero blanca y una túnica escarlata. Su puño izquierdo estruja una rosa de un rojo marchito. Ordena a un atribulado Óscar que telefoneé a Jonas Gahr Store, el socialdemócrata primer ministro noruego.

Sánchez le recrimina el voto del Norges Bank, el fondo soberano de Noruega, favorable a la fusión transfronteriza. Según la Agencia EFE, el Norges había anunciado un voto contrario que haría peligrar los planes de Ferrovial. Pero, el día anterior a la Junta, había comunicado oficialmente su voto positivo. Lo cierto es que la noticia difundida por la agencia EFE y reproducida por algunos medios de comunicación españoles, alteraba el sentido del informe emitido por el ISS, el mayor asesor de fondos —proxy advisor— del mundo, que recomendaba al Norges Bank votar favorablemente a todos los puntos del orden del día. Advertía, no obstante, de los riesgos para los accionistas minoritarios derivados de la legislación holandesa. EFE había manipulado la información.

Cambia la escena. Sánchez aparece con sus galas de conferenciante en Davos. "Óscar, llama a Larry. Pon el tono servil, por favor". Larry Fink es el presidente de BlackRock, la mayor empresa de gestión de activos del mundo, que posee el 3,17% de las acciones de Ferrovial. El presidente del Gobierno se había entrevistado en dos ocasiones con él, la última el pasado 17 de enero en Davos. Larry había ordenado el voto contrario a los intereses de Pedro Sánchez.

Mientras el jefe de Gabinete espera la comunicación con el señor Fink, aparece de nuevo en escena el relator: "Es mi envidia, mi soberbia, mi petulancia, mi codicia, las que me hacen aborrecer la soberbia, la envidia, la petulancia, la codicia ajenas".

El presidente Sánchez: "¿Larry? Hello my friend. How are you? Mira, te llamo para agradecer tu voto favorable al traslado de Ferrovial a Holanda. Es una decisión que renueva tu apuesta por España y una señal de tu confianza en nuestras buenas perspectivas económicas".

Cae el telón, con estrépito.

Se levanta el telón.

Escena final. El presidente yace desmadejado en una bañera. Inerte. Le observa una mujer que acaba de asestarle una puñalada fatal. Sobre una silla vencida, las páginas de un periódico arrugadas por una mano crispada. Se leen los titulares: "Elecciones generales 2023. Yolanda Díaz supera a Sánchez".

Vuelve a escena el relator. Lee: "Recuerdo ahora un soberbio, un hombre a quien tenían muchos por la encarnación de la soberbia. Y ese hombre, hombre animoso y fuerte, henchido de vida, se lanzó a obrar y a luchar, y caminó, de fracaso en fracaso, de tropiezo en tropiezo, entre las rechiflas de las gentes, y continuó obrando, y cuanto más se burlaban de él, más intensa era su actividad; y vinieron los días de la indiferencia y del silencio en torno de él, y continuó obrando. Y decían las gentes: ‘¡Pobre hombre, está loco! Los fracasos le acrecientan la soberbia; cuanto en menos le tienen los demás, en más se tiene él a sí mismo". Miguel de Unamuno, Sobre la soberbia, diciembre de 1904.

Cae el telón.

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