
Todos hemos utilizado semejante expresión, cuando alguien exagera indebidamente sus logros, sus virtudes, sus habilidades, su saber y su hacer, mientras que, conocedores de lo que habla, no encontramos justificación de su autocomplacencia.
El español interesado por las noticias económicas, se habrá saciado de lo que, según informaciones oficiales, cabría denominar el milagro económico español. Gracias a este Gobierno, dicen, hemos superado el nivel económico –en términos de PIB– que la Nación tuvo antes de la famosa pandemia (primera infección, enero 2020).
Oyendo al presidente, coreado por las ministras de Asuntos Económicos, de Trabajo, de Hacienda y algunos otros/as, se diría que España ha llegado a convertirse en una Sociedad Opulenta, utilizando lenguaje de J. K. Galbraith, adalid de la New Left americana, en su obra The Affluent Society (1958). Una frase sanchista resume su realpolitik: "los españoles compran menos en los mercados, porque gastan más en restaurantes y viajes".
Una sociedad, la suya, en la que existe exceso de todo, en la que no hay pobres sino menos ricos, pero incluso estos, gozan de todos los bienes imaginables, y hasta de los inimaginables. Cada palmero/a, abundaba en el milagro económico español, arrimando el ascua a su sardina.
La ministra de Asuntos Económicos centraba sus méritos en el crecimiento del PIB, sobrepasando al de 20219 –año anterior a la pandemia–, sin mencionar que el resto de la U.E. lo superó con anterioridad; la ministra de Trabajo subrayaba que lo conseguido procedía de los mayores niveles de empleo –aunque omitiendo las horas trabajadas, en lugar de los contratos—. La ministra de Hacienda, mostraba su felicidad por los niveles de recaudación tributaria, gracias al crecimiento del PIB.
A poca información que tengan, suscribirán con facilidad el título de estas líneas: no es para tanto. Sobre todo, porque de lo dicho, la mitad de la mitad. Basta con que entremos en el PIB, fuente del optimismo.
Tomando datos de EUROSTAT, por razones evidentes, comprobaremos que el PIB español, a precios corrientes, en 2019 –previo a la pandemia– fue de 1,25 billones de euros, mientras que el del año 2022, se situó en 1,33 billones. Por lo que, sin entrar en detalles, diríamos que 1,33 es mayor que 1,25; de ahí el desbordado optimismo.
Pero vayamos al detalle. ¡Cuánta verdad había en aquellas enseñanzas a los siete u ocho años, de que no se pueden sumar, restar, comparar, peras con manzanas! Análogamente, tampoco cabe comparar euros de 2019 con euros de 2022; ambos tienen idéntica denominación, pero son diferentes.
Si tenemos en cuenta los datos inflacionarios de cada año –2020 (-0,3%), 2021 (3,0%) y 2022 (8,3%)– y corregimos el PIB de cada año por sus respectivas tasas, concluiremos que el PIB de 2022, que era de 1,33 billones, expresado en euros de 2019 se queda en 1,19 billones que, salvo error por mi parte, es inferior a 1,25 billones de 2919, es decir, 60.000 millones menos de 2019, o 66.729 millones menos, en euros de 2022.
¡Ven como no era para tanto! Eso, sin contar deuda y déficit públicos, impagos por laudos arbitrales contra España, educación… vamos, como para presumir.