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Cristina Losada

No es el racismo, es la impunidad

Cuanto más moralina se dispensa, menos se ve el auténtico problema que tenemos con ciertos matones, y el que lleva a la inacción frente a ellos.

Cuanto más moralina se dispensa, menos se ve el auténtico problema que tenemos con ciertos matones, y el que lleva a la inacción frente a ellos.
Cordon Press

Es típico de la inseguridad española que sea la reprobación exterior lo que hace reaccionar a las autoridades. Un problema puede llevar años ahí sin que se haga absolutamente nada, pero en el instante en que traspasa nuestras fronteras y se expone, vergüenzas al aire, en el foro internacional, todo cambia y el problema al que nadie hacía caso se vuelve prioridad nacional de repente. Todo lo que no se había hecho se quiere hacer entonces deprisa, corriendo y mal. En un santiamén se desempolva la orden de hacer una redada que lleva meses en un cajón, se imponen sanciones durísimas y se anuncian castigos "ejemplarizantes", término que habría que prohibir. Y no porque lo justo y necesario fuese hacer algo, sino porque hay que paliar el daño a la "imagen exterior". Sólo importa la apariencia. Pero lo que retrata de verdad no es la sobrerreacción, sino la previa inacción.

De la inacción previa en el caso de Vinícius no habla casi nadie. En cambio, casi todo el mundo se ha puesto a hablar de si España es racista o no, como si se pudiera tener un debate en esos términos. Será la influencia de los evangelizadores de la izquierda norteamericana, que colonizan intelectualmente a la nuestra, pero aquí estamos: hablando de si somos racistas o no, y escuchando a gente que asegura que lo somos, aunque no lo sepamos. Un momento así es el gran momento de los predicadores y de las exhibiciones de superioridad moral. Nada les gusta más que subirse al púlpito y recriminar "a la sociedad". Nos piden que hagamos examen de conciencia, que descubramos el racismo que llevamos escondido en nuestro interior, que lo reconozcamos —"yo confieso"— y que nos arrepintamos, aunque de poco servirá: seguiremos siendo malos. Detrás de los que sermonean vienen los reeducadores, esa peste de la política, para imponer nuevas formas de censura y hacer campañas "de concienciación" que tienen el efecto opuesto al que dicen buscar.

Es típico y tópico que lo de Vinícius se haya desviado hacia una cuestión, la de si España es racista, que se decide únicamente en la pura opinión de cada cual. Pruebas, evidencias, hechos, no pintan nada. Es la discusión acalorada de la barra de bar. En España no hay más insultos racistas en el fútbol que en otros países cercanos y lejanos, pero hoy toca que seamos racistas por la dimensión que ha tomado lo de Mestalla. Ayer éramos machistas sin remisión porque el mundo nos hizo así. Mañana ya se verá. Los que dicen que el racismo es estructural lo dicen de cualquier otro mal. Qué sería de ellos, sin males estructurales. Y cuanto más moralina se dispensa, menos se ve el auténtico problema, el que tenemos con ciertos matones y cierto tipo de violencia, y el que lleva a la inacción frente a ellos. El problema que ha dejado al descubierto el caso Vinícius no es un racismo español oculto en el interior de cada uno de nosotros, pecadores. El problema es que se han dejado impunes demasiados incidentes como éste. Es que por unos u otros intereses no se ha querido actuar. Y eso es todo: la impunidad.

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