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José García Domínguez

Nuestra democracia neo-orgánica

La vieja izquierda, como La Internacional, pasó a mejor vida hace tiempo. Y una de sus enterradoras, por cierto, fue la corrección política.

La vieja izquierda, como La Internacional, pasó a mejor vida hace tiempo. Y una de sus enterradoras, por cierto, fue la corrección política.
Irene Montero y Ione Belarra en un acto electoral en Chueca. | EFE

Entre los boomers reumáticos, alopécicos, descreídos y descatalogados de mi quinta estuvo muy de moda durante años, los de la juventud, una canción que nosotros entonábamos con entusiasmo ingenuo siempre que la ocasión lo propiciase. Se trataba de una muy rítmica pieza melódica que llevaba por título La Internacional. Y en su estrofa más vibrante, la que siempre lograba inflamarnos, hacía mención al género humano como sujeto único del afán emancipador al que apelaba la letra; al género humano, no al género femenino, al masculino, al neutro, al no binario o al itinerante de ida y vuelta, entre docena y media más.

El proyecto de la vieja izquierda, sí, se dirigió siempre a la Humanidad en su conjunto, no a un cajón de sastre psico-biológico formado por una heteróclita constelación de identidades particulares confrontadas entre sí. Pero la vieja izquierda, como La Internacional, pasó a mejor vida hace tiempo. Y una de sus enterradoras, por cierto, fue la corrección política, esa variante del bobalicón puritanismo laico tan propio de ciertas élites universitarias norteamericanas atormentadas por el sentimiento de culpa luterano. Por más señas, las mismas élites universitarias anglosajonas de cuyas cátedras también surgió la doctrina de la discriminacion positiva, esa que ahora ha hecho propia la neoizquierda española con el habitual entusiasmo papanatas que aquí se experimenta ante todo lo que huela a yanki.

Le llaman democracia paritaria, algo que suena bien, pero la filosofía de fondo que la inspira no es otra que la propia de aquella llamada democracia orgánica que tanto predicaban los rancios y reaccionarios de todo pelaje en la época de los fascismos. Merced a esa nueva norma legal que tanto celebra el presidente Sánchez en estas vísperas electorales, muchas mujeres necias o simplemente incompetentes pasarán a ocupar cargos de gobierno corporativo en multitud de sociedades mercantiles tras orillar por ley a varones mucho más capacitados que ellas. Un día decidieron olvidarse para siempre de la lucha de clases, que les parecía una cosa muy antigua, y como no aparecía nada para llenar su hueco, se les ocurrió lo de la lucha de sexos. En fin, viva la meritocracia.

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