Si algo bueno pueden tener los escandalosos y penosos episodios protagonizados por elementos socialistas en esta sucia campaña electoral es que disparen todas las alarmas en los estamentos del Estado respecto a la limpieza democrática en las próximas elecciones generales. El PSOE ha quedado en los últimos días y horas palmariamente retratado. Nada se podía esperar de un dirigente como Pedro Sánchez, entre cuyos hitos consta el de haber escondido personalmente una urna detrás de una mampara para falsificar el resultado de una votación interna del PSOE. Con semejantes antecedentes, las sospechas sobre Sánchez son inevitables. Ha demostrado tener cierta experiencia en la técnica del pucherazo.
Los medios afines al Gobierno social-comunista tratan de restar importancia a las compras de votos y a todos los escándalos que está protagonizando el partido de Tito Berni, esa formación aliada de Bildu y ETA a la que se le caen los candidatos de las listas tras ser detenidos por peleas, secuestros y amenazas. Es la política caciquil en su máximo esplendor, PSOE en estado puro. De modo que es imprescindible estar vigilantes y no solo de cara a este domingo.
Sánchez se juega mucho este 28-M, pero no es candidato. Si no hay una catarsis en el seno del socialismo español, aspira a revalidar su cargo de presidente del Gobierno en unas generales que se tendrían que celebrar el próximo mes de diciembre. El peligro es obvio. Estamos ante un líder y un partido corroídos por una corrupción integral, enfangados en prácticas delictivas de todo tipo, capaces de cualquier cosa para ganar unas elecciones. Y cualquier cosa significa todo y lo que haga falta. En este contexto, está en juego la supervivencia del sistema, de la democracia.
España no puede seguir gobernada por alguien que no sólo permite las injerencias de Rabat en Melilla sino que dirige un partido que se ha revelado como una máquina de comprar votos y voluntades y donde anidan delincuentes de la más baja condición. Los interventores y apoderados del PP y Vox deberán extremar las precauciones, tanto este domingo como cuando se celebren las generales. También tendrán que hacer lo mismo las juntas electorales, jueces, fiscales y policías. Los antecedentes del PSOE evidencian que cualquier prevención está más que justificada. El asalto de Moncloa a Indra, empresa responsable de los procesos electorales, resulta en este contexto un elemento que proyecta ciertas sombras.
Sánchez ha dado sobradas muestras de una catadura que no presagia el respeto a las más elementales normas democráticas cuando sea él como candidato quien se enfrente a las urnas. De ahí la urgencia de extremar la vigilancia y agudizar el celo democrático. El PSOE ya ha demostrado que carece de la necesaria contención moral para cumplir las reglas. Cabe esperar cualquier cosa. Pretender que los conocidos en los últimos días son hechos aislados es una peligrosa ingenuidad. Creer que no se pueden repetir en las próximas elecciones generales es una irresponsabilidad y una temeridad absoluta.