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Jesús Fernández Úbeda

Y Calígula disolvió las Cortes

La mala hostia y la vergüenza ajena fueron los principales fertilizantes de mi prosa. Gobierne quien gobierne, nos leemos en la XV Legislatura.

La mala hostia y la vergüenza ajena fueron los principales fertilizantes de mi prosa. Gobierne quien gobierne, nos leemos en la XV Legislatura.
Pedro Sánchez, durante el acto de cierre de campaña de las elecciones del 28M que los socialistas catalanes celebraron en Barcelona. | EFE

Ha disuelto Pedro Sánchez las Cortes que me convirtieron en un yonqui parlamentario. Digiero la noticia desde la bipolaridad: por un lado, celebro la clausura de este carnaval obsceno, el –¿aparente?– despertar del sueño de una sinrazón que no paró de promocionar monstruos; por otro, confieso que añoraré las indigestiones por indignación/indignidad que, desde el 1 de diciembre de 2021, cuando arribé neófito al Congreso, me revolvían las tripas y la mente a la vez que se convertían en mi musa más fiel. La mala hostia y la vergüenza ajena fueron los principales fertilizantes de mi prosa. Quién me iba a decir que Calíope se transustanciaría, en plan masoca, en la dislexia fonética de María Jesús Montero, en el irritante y aburrido quiero y no puedo de Inés Cañizares, en el aplauso funerario y traidor de los diputados del PP despidiendo al alfeñique de Casado un 23-F, etcétera.

El director de LD, Raúl Vilas, me nombró cronista de la Cámara Baja en la previa de un concierto de Robe Iniesta. Llegué a un Congreso en el que el doctor Chapas era, y de lejos, el líder más respetado/temido por los suyos, en el que Cuca Gamarra todavía no ejercía el liderazgo del grupo parlamentario del principal partido de la oposición y en el que Macarena Olona recitaba a José Antonio Primo de Rivera mucho, mucho antes de publicar en Twitter montajes de Wonder Woman con su jeta. Comprobé que el Palacio de las Cortes era un mundo aparte, una versión neoclásica de Disneylandia en la que Sánchez era el Rey Sol… hasta que empezó a dejar de serlo: la huelga de transportistas y la gran manifestación de agricultores y ganaderos visualizaron en el hemiciclo las primeras goteras de realidad. Entonces, el macho alfa de La Moncloa comenzó a comprimir la mandíbula, a disimular malamente su rabia con un bruxismo inconsciente y desesperado. No nos engañemos: el perdón a los sediciosos del procès o el acercamiento de terroristas al País Vasco, en general, se la trajo floja al personal. Sin embargo, el escándalo del Tito Berni o la Ley del Sólo sí es sí, de la que ya se han beneficiado más de mil delincuentes sexuales, contribuyeron a extender la hemorragia. Y Sánchez, prrrr, venga a presionar el maxilar inferior contra el superior por no agarrar en público un bate y liarse a palos con el candidato Tamames, Abascal o Sergio Sayas. Que EH Bildu, socio del Ejecutivo, incluyera a 44 etarras en sus listas, reventó los estribillos socialistas de la campaña, mandando al carajo el Pisito para todos y el cine a dos pavos para los jubilados. No se puede decir tanto que se gobierna para la gente gobernando contra la gente. En democracia, el despotismo, más aún si no es ilustrado –remito a Pilar Alegría, por ejemplo–, caduca más pronto que tarde.

Que el PP triturara al PSOE en las municipales y autonómicas aceleró el ajusticiamiento de la XIV Legislatura. Y este lunes, en ese momento en el que Àngels Barceló mutaba en meme mientras escuchaba a Sánchez anunciar la convocatoria de elecciones generales para el próximo 23 de julio, me acordaba de aquello que contaba Suetonio en Los doce césares sobre Calígula: cuando el emperador perdió la cabeza, se plantaba ante una estatua de Júpiter Capitolino y, en tono de amenaza, le decía: "Pruébame tu poder o teme al mío". Los votantes probaron su poder, y de qué manera, con el firmante de Manual de resistencia el 28M, mas recordemos que Lázaro resucitó menos veces. Gobierne quien gobierne, nos leemos en la XV Legislatura. Si Dios quiere.

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