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EDITORIAL

El PP no debe contribuir a denigrar sus pactos de gobierno

Lo más preocupante de la derrota del PSOE es ver cómo está gestionado el PP esta victoria de cara a las generales en las que nada está garantizado.

Desde hace décadas, no existe un solo presidente democrático del mundo que haya conformado gobierno con formaciones comunistas, con la excepción de Pedro Sánchez. Tampoco ha existido jamás en el llamado "mundo libre" un solo presidente de Gobierno que haya forjado alianzas de investidura y de gobierno con formaciones filoterroristas equiparables a Bildu, con la excepción de Pedro Sánchez. Finalmente, tampoco ha existido nunca ningún país democrático del mundo cuyo presidente haya establecido alianzas con formaciones golpistas, contrarias a la unidad nacional y a su ordenamiento constitucional como ERC, con la única excepción de Pedro Sánchez.

Pues bien. Tras la clamorosa patada electoral que una mayoría de españoles dio el pasado domingo a este funesto presidente de gobierno en las posaderas de no pocos alcaldes y presidentes autonómicos socialistas, Pedro Sánchez ha comparecido este miércoles ante los medios de comunicación, no para presentar su dimisión, ni siquiera para hacer el menor ejercicio de autocrítica, sino para denigrar y calumniar, compulsiva y reiteradamente, al PP y a Vox como formaciones de la "extrema derecha" o la "derecha extrema".

Se puede entender que un gobernante nihilista hasta lo patológico, que sólo persigue su propio interés, trate de propagar tamaña calumnia contra formaciones democristianas y liberal/conservadoras, pertenecientes, respectivamente, al Grupo del Partido Popular Europeo y al Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos, como única forma de superar al PP en las próximas elecciones generales. Ahora bien, el recorrido de una mentira es corto cuando hay hechos costatables que la refutan y cuando el que la propaga es evidente beneficiario de la misma.

La cosa, sin embargo, cambia cuando los perjudicados por esa calumnia dicen y hacen cosas que dan pie a pensar que algo de verdad encierra aquello que dicen de ellos sus adversarios. Tal fue el caso de Pablo Casado, quien, antes de tener que dejar la presidencia del PP, corrió a denunciar ante el Grupo Popular Europeo el pacto de gobierno de su partido con "la extrema derecha" en Castilla y León; o el del propio Feijóo, quien, en lugar de defender dicho acuerdo con Vox con naturalidad, tal y como hizo Ayuso, literalmente "culpó" de ese pacto a la supuesta renuencia socialista a abstenerse en la investidura de Mañueco.

Lo más grave es que esas formas vergonzantes con las que el PP —empezando por Feijóo— aborda la posibilidad de acuerdos de gobierno entre dos partidos de impecable pedigrí democrático, ubicados ambos en las antípodas ideológicas de lo que fue y es el fascismo, siguen alimentando las calumnias con las que Sánchez pretende que el PP se autoimponga un cordón sanitario respecto a Vox. Así, en lugar de recordar a los candidatos de su partido a alcalde o a presidente autonómico la necesidad de llegar a acuerdos o conformar gobierno con Vox allí donde el PP no ha logrado la mayoría absoluta, Feijóo ha dado luz verde a que los barones del PP se sometan a una primera investidura sin negociar nada con Vox.

No faltarán en el PP quienes creerán que, con esta actitud, los populares desmovilizan a la izquierda y desmienten la llegada de la derecha extrema o la extrema derecha de la mano del PP y Vox, pero lo cierto es que para desmentir una calumnia lo que hay que hacer es combatirla, no comportarse como si encerrase una verdad. A este respecto, el PP debería estar defendiendo la legitimidad y el deber de llegar acuerdos entre dos formaciones plenamente democráticas, plenamente respetuosas con el ordenamiento constitucional y con la igualdad y la libertad individual de todos los ciudadanos como son el PP y Vox. Y hacerlo con el mismo ardor con el que deberían denunciar la ilegitimidad de los pactos de Sánchez con comunistas, golpistas y proetarras. No lo están haciendo. Y, así las cosas, lo más preocupante de la derrota de los socialistas del pasado domingo, es ver cómo está gestionado el PP esta victoria de cara a las generales en las que nada está garantizado.

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