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José García Domínguez

El derrumbe de la Esquerra

En el redil del independentismo, los que han ganado no han sido los pactistas moderados, sino, bien al contrario, la corriente radical y fundamentalista.

En el redil del independentismo, los que han ganado no han sido los pactistas moderados, sino, bien al contrario, la corriente radical y fundamentalista.
El alcaldable en Barcelona por ERC, Ernest Maragall (i), junto al presidente de la Generalidad de Cataluña, Pere Aragonès (c), y la secretaria general adjunta y portavoz republicana, Marta Vilalta di). | EFE

La derrota humillante que acaba de sufrir el Partido Socialista se ha sustanciado tras perder 400.000 votos entre las cincuenta provincias y dos ciudades autónomas que componen la división administrativa local del Estado español. Pero si lo del PSOE resultó humillante, tal como se apresuró a reconocer el presidente del Gobierno, ¿qué vocablo procedería emplear en el caso de la Esquerra, que se acaba de dejar por el camino una cifra no muy distinta de apoyos, 302.000, habiendo concurrido solo en las cuatro demarcaciones supramunicipales que corresponden a Cataluña? ¿Derrumbe? ¿Cataclismo? ¿Apocalipsis?

Cada vez que vuelvo a Barcelona, hago un recuento mental del número de cubanas que todavía penden en los balcones y terrazas de mi calle. Cuando la asonada, las había en todos los edificios (sólo en el mío, recuerdo cuatro). La última vez, localicé únicamente tres entre las construcciones de mi manzana, unas ochenta fincas. Un turista concluiría que los catalanes, tras el fracaso del procés, han recuperado el famoso seny, retorno colectivo a la cordura cuya mejor prueba sería el revival triunfal de "la vieja Convergencia", ahora encarnada en la figura del patricio Xavier Trias.

Pero yo no soy un turista, por eso no me creo el bonito cuento de la vieja Convergencia. Lo que acaba de ocurrir en las urnas catalanas certifica justo el fenómeno opuesto a esa extendida interpretación angelical. En el redil del independentismo, los que han ganado no han sido los pactistas moderados, sino, bien al contrario, la corriente radical y fundamentalista. Las cubanas de mi calle desaparecieron de los balcones no porque mis vecinos hayan recuperado sentido común alguno, sino porque la nueva política de sometimiento a la legalidad por parte de ERC al frente de la Generalitat los abatió y desmovilizó. A sus ojos, Junqueras es ahora un traidor. Y por eso han abandonado a Esquerra para apoyar en masa a ese señor tan bien trajeado que tanto gusta al otro lado del Ebro, el hombre de Puigdemont en Barcelona, Xavier Trias. Hay quien no se ha dado cuenta todavía, pero estamos a cinco minutos de que vuelvan las bullangas en Cataluña.

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