
A pesar de todas las cosas que suceden en el día a día de la política española, me siguen sorprendiendo algunas valoraciones de líderes políticos de la izquierda, o de tertulianos muy próximos a las tesis del Gobierno Frankenstein en funciones que demuestran su profunda ignorancia y el desconocimiento de lo que hablan, pero les da igual, porque su objetivo es defender a Sánchez y descalificar al PP, y no digamos nada a VOX. La última ha sido la valoración que hicieron tanto políticos del PSOE y Sumar, como tertulianos muy próximos a esos pastos, en torno a la apelación del expresidente Aznar a la movilización ciudadana contra las tropelías que está dispuesto a llevar a cabo Sánchez con tal de conseguir los votos del prófugo Puigdemont, de los independentistas de ERC o de los herederos políticos de ETA.
Aznar manifestó en esa intervención en FAES que "Basta Ya", y tuvo que soportar de todo. La ministra portavoz de los insultos del Gobierno, Isabel Rodríguez, —me imagino que siguiendo el guion que le escribió el Bolaños de turno, que es otro insultador profesional— llamó desde la sala de prensa de Moncloa, nada más y nada menos que "golpista" al expresidente Aznar. Lo dijo esta señora que hace de portavoz de su jefe, que pacta, indulta e incluso está dispuesto a amnistiar a los golpistas catalanes de ERC y de Junts.
La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, intentó impartir una clase de ética a los suyos con el argumento de la vergüenza que suponía que un expresidente llamase ni más ni menos que a la rebelión nacional (Aznar nunca empleó esa expresión). Lo dijo "la Melenchón española vestida de Christian Dior" (Alfonso Guerra dixit), que estuvo hace unos días con el golpista Puigdemont en Bruselas, implorando los siete votos del prófugo para la investidura de Sánchez. Y ahora dice la señora Díaz que hay tres tipos de amnistías. Hace falta haber perdido el "oremus" para ambas cosas: ir a Bruselas a entrevistarse con un prófugo y multiplicar el tipo de amnistías, como si fuera el milagro de los panes y los peces. A ver si el Supremo la inhabilita durante un buen periodo de tiempo.
Basta Ya nació en el País Vasco en 1999, y tenía tres objetivos esenciales: la protesta contra los asesinatos de ETA y el apoyo a sus víctimas; el rechazo al nacionalismo obligatorio y asfixiante del PNV en el poder, y la defensa en el País Vasco de la Constitución española y del Estatuto de Autonomía de Gernika.
Ese movimiento cívico, al igual que el ejemplar Foro de Ermua presidido por Vidal de Nicolás, que nació tras el asesinato en julio de1997 de Miguel Ángel Blanco, tuvo el apoyo discreto y en segundo plano, como no podía ser de otra forma, del Gobierno de España presidido por Aznar, y más específicamente del ministro de Interior en aquel entonces, Jaime Mayor Oreja.
La gran virtualidad de aquel Basta Ya fue la unidad. No eran los partidos políticos los que lo impulsaban, sino personas de diferentes ámbitos a los que les unía su compromiso de luchar por la libertad, la democracia y el respeto al marco constitucional en el País Vasco. Del Basta Ya formaron parte, y algunos fueron sus fundadores, personas como Fernando Savater, Mikel Azurmendi, Maite Pagazaurtundua y su hermano Joseba, que en febrero de 2003 fue asesinado por ETA, Agustín Ibarrola, Rosa Díez, María San Gil, Consuelo Ordóñez, Arcadi Espada o Carlos Martínez Gorriarán, entre otros.
Consiguieron una importante movilización social en el País Vasco, organizando, por ejemplo, una gran manifestación en San Sebastián a la que acudieron muchas personas del resto de España, y en la que, por primera vez, sin ningún tipo de complejos, se vieron gran cantidad de banderas de España, junto a la ikurriña por la capital donostiarra.
Es evidente que cuando Aznar hizo esa referencia y recordó ese Basta Ya estaba queriendo transmitir que más de veinte años después, era necesaria otra gran movilización social, una rebelión cívica —eso fue el Foro de Ermua y el Basta Ya— para hacer frente a la deriva a la que ha llevado y está dispuesto a seguir llevando a nuestra Nación Pedro Sánchez. Las circunstancias son obviamente distintas, aunque también hay alguna coincidencia: el peligro de ruptura constitucional, entonces y ahora. También hay una gran diferencia: en aquel entonces, el PSOE era un partido constitucional y al frente del PSE estaba el ahora expulsado Nicolás Redondo, mientras que el PSánchez de ahora es cualquier cosa menos constitucional. Es un partido plegado a los intereses de un solo señor.
Pero la gran rebelión cívica del 2023 tiene que aprender una cosa muy importante del Basta Ya: la unidad de todos aquellos que quieran defender la Nación, la libertad, la igualdad y la Constitución. No son tiempos para las divisiones, para los protagonismos, para los intereses partidistas.
El 8 de octubre habrá lo que será una gran manifestación en Barcelona, convocada por la plataforma Sociedad Civil Catalana. Antes, el domingo 24 en Madrid, un acto-concentración convocado por el PP, que hubiera sido deseable que no fuera un acto de partido. Pero Sánchez dará muchas más ocasiones en las próximas semanas para volver a salir a la calle, no detrás de unas siglas determinadas, sino todos juntos para defender la Constitución —como pasó tras el intento de golpe de Estado del 23-F de 1981— y para gritar alto y claro: "Basta Ya".