Vivimos la edad dorada de los eufemismos. Las mujeres han pasado a ser denominadas "personas menstruantes". Las prostitutas son ahora "trabajadoras sexuales". Los discapacitados, "personas con diversidad funcional" o "personas con necesidades especiales". Los viejos son "adultos mayores", "seniors" o, cosas de los publicistas, "viejeniales".
En la rueda de prensa de presentación de su entrevista a Josu Ternera en el Festival de San Sebastián, Jordi Évole y Màrius Sánchez han rizado el rizo del eufemismo refiriéndose al terrorista y asesino como "militante fanático". Évole, que entrevistó a Otegi y Maduro como Oliver Stone lo hizo con Fidel Castro y Putin, pretende que es objetivo y no tiene simpatías políticas hacia la izquierda, pero lo cierto es que innegable su aire de familia con los dictadores de extrema izquierda y los terroristas nacionalistas. Como evidencias, las fotos que se hizo con Otegi o la actitud de colegueo ideológico con aquellos que son de izquierdas mientras le rezuma inquina y mala fe cuando se trata de entrevistar a personalidades de derechas.
La rueda de prensa de Évole sirvió para que exteriorizara cuál es la estrategia retórica que piensan emplear los medios afines respecto a Ternera y el resto de etarras. Màrius Sánchez, el socio de Évole en su programa de interrogatorios sectarios –duros con los adversarios, blandos con los amigachos— explicó sobre Ternera que:
Su razonamiento no viene marcado por lo que él crea realmente, sino por unas directrices muy estrictas marcadas por ETA. Son estas directrices las que estructura su forma de pensar y su forma de razonar y de argumentar. No se sale del redil de lo que hay que pensar siendo un militante de ETA.
El eufemismo de "militante fanático" por "asesino" a Ternera no es un desliz casual, sino la táctica mediática de convertir a Ternera en una víctima al estilo de la "banalización del mal" que teorizó Hannah Arendt cuando analizó el juicio a Eichmann en Israel. Pero Ternera no es un mero militante, es Hitler. No un seguidor del mal sino un creador de maldad. No era una marioneta perpetradora, sino un dirigente, un líder, un genuino creyente y un autor intelectual. No era alguien atrapado en una secta ideológica, sino el sacerdote de un culto criminal. Y fue el racismo xenófobo y el marxismo-leninismo que abrazó lo que le llevó al asesinato como herramienta política. Por eso la izquierda y el nacionalismo arropan a Évole: blanqueando a Ternera salvan la responsabilidad ideológica del nacionalismo y la izquierda como causantes ideológicos del terrorismo.
Ternera era un terrorista asesino. Évole y Sánchez son dos militantes fanáticos. Parafraseando a Évole, su entrevista es la de un militante en la izquierda que usa su programa para servir a la agenda política que conviene al PSOE y su alianza con los nacionalistas, especialmente Bildu. Algo conocido por todos desde hace tiempo y que es legítimo. No tanto que el Festival de San Sebastián se haya rebajado a ser una sucursal de La Sexta, dejándose llevar además por el populismo mercantilista como Netflix. Son Évole y Sánchez los defensores acérrimos que ponen la organización por encima de todo, usando un lenguaje conciliador como un engaño retórico para hacer pasar una agenda radical, anticonstitucional y antiliberal.
Como la Cadena Ser, también El País ha puesto en el mismo plano a los que pedían al Festival que por decencia moral y honestidad cinematográfica no lo proyectase con Josu Ternera y Sortu, estableciendo una equidistancia entre los demócratas que defienden un discurso público limpio y democrático, por un lado, y los que han hecho de la violencia una herramienta política. Evidentemente, por mucho que le duela reconocerlo a Évole, Ternera les concedió la entrevista porque los considera afines. Forma parte de su repertorio de falacias pretender que Ternera les ha criticado porque lo único que ha subrayado el etarra es que falta contexto, lo que sin duda es cierto porque Évole es muy malo como entrevistador, peor como cineasta, pero muy bueno para blanquear el contexto ideológico, socialista y nacionalista que rodea a ETA y el PSOE, Ternera y Eguiguren, Otegi y Zapatero, Txapote y Sánchez. Entre risas se cuestionaron los protagonistas de la rueda de prensa si también les interesaría entrevistar a Txapote. Lo que es seguro es que el otro líder etarra preferirá que lo entreviste Évole o Àngels Barceló antes que Arcadi Espada.
Se arrogó también Évole la originalidad y la exclusividad de arrojar luz donde no había luz porque, según él no estaba el punto de vista de ETA, ignorando las entrevistas que se han hecho a etarras en diversos documentales, aunque, eso sí, por personas que, ahora sí como Lanzmann y Oppenheimer, no esperaban encontrar a un colega conciliador sino a lo que eran, asesinos sin piedad. Iñaki Arteta está a años luz éticos, políticos y cinematográficos de Évole.
La rueda de prensa de los dos activistas, simulacro de periodistas y vergüenza ajena del cinematógrafo mostró que no vienen a rellenar ningún hueco, sino a servir a la agenda de los socialistas de todos los partidos y los nacionalistas de todas las regiones para esconder a los terroristas y golpistas en el caballo de Troya del lenguaje conciliador, la ley de alivio penal y demás eufemismos para ganar votos de cara a la investidura de Sánchez y continuar la labor de zapa contra el régimen liberal de la Transición. Parafraseando a Bertold Brecht, "¡Oh, Évole! Quien solo oiga los discursos que de ti nos llegan, se reirá. Pero quien vea lo que haces, se le helará el corazón".