
Los periódicos españoles partidarios de políticas parasitarias (las denominan "progresistas") saltan de gusto porque el Financial Times ha bendecido la alianza de Pedro Sánchez con Puigdemont y Otegi, sobre todo la amnistía. Sin duda, también lo harán The New York Times y The Economist, que harán todo lo posible por fomentar políticas en España que ayuden a romperla (lo denominan "concordia"). Este entusiasmo de la prensa anglosajona por políticas que no tolerarían en sus países y por partidos que serían tratados como sectas radicales me recuerdan la reacción de Chesterton cuando comprobó en la década de los 30 que la prensa de izquierdas de su país no solo no sancionaba las acciones violentas y antidemocráticas de la izquierda republicana, sino que la aplaudían. Lo que habrían criticado sin ambages si lo hubiesen hecho los fascistas pasaba a ser una política no solo legítima sino virtuosa cuando era perpetrada por socialistas, comunistas y anarquistas:
La única conclusión es que el "progresismo" solo se opone a los militares cuando son fascistas y aprueba enteramente a los fascistas mientras sean socialistas.
Los socialistas transmutados en sanchistas se han pasado en cuerpo y alma al campo fascista de hoy, representado por Otegi y Puigdemont. El primero no debió salir de prisión nunca y el otro debió entrar en la cárcel hace mucho tiempo. Sin embargo, pronto ambos se pasearán del brazo libre y soberbiamente por las calles regadas por la sangre derramada de ETA y violentadas por el segundo golpe de Estado contra nuestra democracia. Con el borrado de la sedición y la malversación, multiplicado por mil con los indultos y por infinito con la amnistía, los socialistas vuelven a su complicidad con el fascismo políticamente correcto que denunciaba Chesterton, que no es sino la recurrente negación por parte del PSOE del Estado de Derecho cuando no le conviene, sea en la Segunda República o ahora en la Monarquía Constitucional.
Seguía Chesterton comentando al Financial Times de su época:
Vi que los liberales se lamentaban amargamente del infortunado fracaso de esos socialistoides fascistas en su intento de revertir el resultado de unas elecciones generales.
Lo que estamos viviendo actualmente es una manipulación de las últimas elecciones generales con el concurso de casi todas las instituciones democráticas capturadas por los socialistas. Del Congreso, al que no respetan, con marionetas sanchistas como su Presidenta o el Letrado Mayor; al Tribunal Constitucional, que han asaltado en un acto de flagrante nepotismo; pasando por RTVE, convertida en una mezcla entre la BBC que se niega a llamar terroristas a los de Hamás y el Pravda a mayor gloria del Líder Supremo. Solo resta como independiente la institución monárquica, que nos salvó de los dos anteriores golpes de Estado, pero que no podrá hacer nada ante la demolición del Estado de Derecho y la nación política que está llevando a cabo la tríada tenebrosa formada por Sánchez, Otegi y Puigdemont.
Creo que es un error considerar que Sánchez está secuestrado por los dos líderes del odio a España. No es que Sánchez esté vendiendo España y la monarquía constitucional por un plato de lentejas presidencial. Es más grave. No es solo interés, que también, sino sobre todo un ideal: el de una España republicana aunque rota. Alcanzar dicho cambio de paradigma institucional supone acabar con la consolidada institución de la Casa Real. Para lo que hace falta un shock cultural y social. En nuestro caso, la ruptura de Cataluña y el País Vasco. Una vez independizados como repúblicas serían un atractor invencible para una revolución republicana también en lo que quedase de España. El horizonte para dicha revolución nacionalista y republicana es 2034, centenario del golpe de Estado contra la República liberal española del 31 que los socialistas querían hacer república bolchevique y los independentistas destruir.
El término que usa Chesterton de "socialistoides fascistas" cabe aplicarlo hoy en día tanto para Pedro Sánchez como a Puigdemont y Otegi. La sociedad española está rota porque a Sánchez, Puigdemont y Otegi les interesa que esté fracturada. Nada conviene más al proyecto subversivo de repúblicas ibéricas que la desunión cainita entre españoles. Zapatero le confesó a Iñaki Gabilondo que la tensión social les beneficiaba. Sánchez, el discípulo más aventajado de Zapatero, ha dado un paso más allá, elevando la tensión a un nivel superior de guerracivilismo. Que Chesterton nos ampare.
