
Muchos y graves perjuicios nos está causando el presidente de España. Enumerarlos en sí es ya un suplicio. De entre todos ellos uno, posiblemente el más intangible, es el más miserable: la descomposición moral de la dialéctica política. Pedro Sánchez nos ha devuelto a la mentalidad mafiosa donde la famiglia fuerza un Estado dentro del Estado y cualquier medio es bueno para deshacerse de los demás y quedarse con lo de todos. Ha roto la relación entre la palabra dada y la promesa comprometida.
En un principio campó a sus anchas porque nadie podía suponer que alguien con responsabilidades de Estado pudiera saltarse las reglas sin temer las consecuencias. Algunos, los más apocalípticos, empezaron poco después a comparar sus desmanes con hechuras caudillistas. Casi nadie reparó en su determinación gélida para conseguir el poder a costa de lo que fuese. Ahora sí sabemos qué quiere decir "a costa de lo que fuera". A costa de la argamasa moral con que se construyen las sociedades cívicas, donde las reglas de juego son sagradas y el respeto a los adversarios, un deber. Ese intangible ético de acatamiento a las reglas, y a las instituciones que garantizan el juego limpio. Sin lealtad a los códigos epistémicos que arbitran nuestras disputas, el ágora se hace imposible. Sin reconocimiento de las ideas ajenas, aunque no se compartan, sin buena fe ni respeto a la palabra dada, todo se torna desconfianza y discordia. Mueve las figuras del ajedrez como le viene en gana y acusa al contrincante de ultraderechista por reprochárselo. Así no se puede jugar. Este es el drama.
Ahora, cuando todo parece desmoronarse, aparecen incertidumbres que nos llevan a plantearnos "¿por qué hemos de cumplir las leyes, si los políticos no lo hacen?", ¿por qué los políticos se borran delitos entre sí como si fueran una casta aparte, mientras el resto de ciudadanos hemos de cumplir la ley que a todos obliga? Ante la cantinela de "todos los políticos son iguales" es preciso ser más sensatos que nunca. No, no todos los políticos son iguales, y si lo fueran, aun así no deberíamos darnos tal coartada para inhibirnos ante el peor golpe de estado imaginable, aquel que ha ensuciado y convertido las reglas de la política en un lodazal.
La libertad, la paz, la democracia no las venden en los supermercados, deben ser construidas y defendidas cada día con nuestros actos. Como lo hace Maite Pagazaurtundua, una mujer consecuente que ejerce la política en Europa con una sencillez, eficacia, dignidad y honradez asombrosas. Ella sola es la primavera entera en medio de este otoño parlamentario de hojas mustias e indignas, que ensuciaron la bancada socialista del Congreso el día más vergonzoso de la democracia desde la Transición.
Para aquellos que hayan perdido la fe en la política como herramienta capaz de lograr que los diferentes puedan vivir juntos, o crean que todo está perdido, reparen en esta europarlamentaria, antítesis del felón. Mientras el gobierno de la vergüenza conspira para pasar la amnistía por convivencia, lo inconstitucional por legal y engañar a la ciudadanía, Maite está entregada a transmitir a todos los eurodiputados de la Unión Europa la violación sistemática de nuestras instituciones democráticas. Es preciso que en Europa sepan de qué va esta estafa posmoderna nacional-separatista, y por qué la amnistía es corrupción política y malversación de caudales públicos. Es la batalla que el nacionalismo siempre dio contra la verdad mientras España sesteaba. La batalla cultural que nunca dimos. En todos los campos, en el político, el económico, en el jurídico, en el sociológico… Como hace Maite Pagaza.
No es tarea fácil, ella lo sabe mejor que nadie porque ya vivió el silencio cómplice y la desinformación en el País Vasco del coche bomba y el tiro en la nuca. Ella sabe que hay que hacer pedagogía, desenmascarar el mal, pacientemente, pero sin descanso. Esta guerra, como la que sufrió su propia familia en Euskadi, jamás hay que darla por perdida. A pesar de los reveses dolorosos que a veces te hielan el alma, como dijera su madre Pilar Ruiz tras el asesinato de su hermano Joseba Pagazaurtundua (2003) a manos de ETA. Reprochaba su madre por carta pública (2005) al entonces secretario general del Partido Socialista de Euskadi (PSE-EE), Patxi López, tras los primeros amagos de blanquear el entorno etarra: "Ya no me quedan dudas de que cerrarás más veces los ojos y dirás y harás muchas más cosas que me helarán la sangre, llamando a las cosas por los nombres que no son. A tus pasos los llamarán valientes. ¡Qué solos se han quedado nuestros muertos!, Patxi". La felonía le ha hecho ministro.
¡Cuánta razón llevaba su madre! Pedro Sánchez ha legitimado el mal por un miserable plato de lentejas. Más allá de las coces que está dando a nuestras instituciones para perpetuarse en el poder, hay dos infamias imposibles de reciclar: asumir el falso conflicto nacionalista que llevaron a los nacionalistas catalanes a dar un golpe de Estado, y a ETA a asesinar a 864 personas y extorsionar a miles; y, para vender la infamia por convivencia, no dudar en pervertir toda regla política y ética. Esa es su obra, la destrucción de la Transición del 78 tras convertir a verdugos en víctimas.
En momentos inciertos necesitamos referentes que nos alivien el tránsito del abismo a la primavera. Ella, como agua de mayo, es la primavera. Hagan el esfuerzo de seguir su trabajo paciente en Europa, nada está perdido mientras existan políticos honestos como Maite Pagaza. O como la incansable catedrática de Derecho Constitucional, Teresa Freixas, que nos ha invitado a sumarnos al comunicado LA DEMOCRACIA ESPAÑOLA EN RIESGO, en apoyo a la democracia, el Estado de Derecho y la separación de poderes, que se debatirá mañana, 22 de noviembre en el Parlamento Europeo.
PD: Frente a estas dos grandes mujeres, estos son los hombres de paz según Sánchez. Escúchenlos, y descubrirán el alcance de su obra.