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Shutter Island

Pedro Sánchez es capaz de convencerse de que a España hay que encontrarla en cualquier lugar fuera de España.

Pedro Sánchez es capaz de convencerse de que a España hay que encontrarla en cualquier lugar fuera de España.
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, abandona el Congreso de los Diputados. | EFE

Me pasa últimamente que cada vez que miro a Pedro Sánchez veo reflejado a Teddy Daniels, el protagonista de Shutter Island que, con tal de no aceptar su propio crimen, prefiere morir creyendo que se dedica a resolver los crímenes de los demás. Es algo que me preocupa bastante porque, hasta ahora, cada vez que había pensado en Daniels me había visto reflejado a mí, y ya no tengo más excusas que me permitan postergar ir a terapia. Como Daniels, yo también aprendí a encarar la dolorosa realidad negándola. Y como yo, supongo, Pedro Sánchez es capaz de convencerse, yo qué sé, de que a España hay que encontrarla en cualquier lugar fuera de España.

Todavía no sabemos a dónde la irá a buscar, aunque se especula que empezará en Ginebra. Lo que sí sabemos es que cree tenerla localizada justo en quienes se quieren independizar de ella —está esperando a que se lo confirme un anónimo mediador extranjero—, por lo que no es descartable que todavía tarde un rato en ubicarla.

En cualquier caso, y a falta de la fascinación literaria con la que Pérez-Reverte se acerca al presidente, reconozco que encuentro un cierto interés científico en observar los requiebros cerebrales con los que va esquivando rendir cuentas ante la lógica interna de su propia fantasía. Se le acusa de decir ante las cámaras, en el Congreso, que quiere "alzar un muro" contra todo lo que asocia a la Oposición, y él acusa a quienes se lo recuerdan de estar levantándolo ellos, a base de decir mentiras; se le dice que eso del "entendimiento con todo el mundo" está muy bien, pero que casa mal entonces con su rotunda negativa a ponderar mínimamente lo que tengan que decir quienes representan a la mitad del país; se le advierte que la democracia es más que su Gobierno y que le debe un respeto a las instituciones, y él y sus ministros sostienen que es el PP el único que las violenta, el mismo día en el que tanto el Tribunal Supremo como el CGPJ han recusado severamente sus nombramientos en la Fiscalía y en el Consejo de Estado. La cosa no parece tener remedio. Ocurra lo que ocurra y desmienta la realidad lo que desmienta, el sanchismo es un trastorno que, a diferencia de Teddy Daniels, nunca se podría plantear la tesitura entre "vivir como un monstruo o morir como un hombre bueno". Su única prioridad es seguir viviendo.

No seré yo el que diga aquello de que nuestra política se parece cada día más a un manicomio. Pero si alguien me reprocha alguna vez haberlo escrito me acogeré a la estrategia presidencial y pediré, calmadamente, que me relea las veces que haga falta hasta entenderme como yo me entiendo. Y luego, ya si puede, que me lo explique.

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