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Antonio Robles

Nostalgia de tanques

Puigdemont y Junqueras están deseando ver entrar por la Diagonal al Ejército para excitar el victimismo y aparecer ante su parroquia como mártires.

Ahora que tanto empeño están poniendo algunos en desenterrar a Franco, podríamos aprovechar para enterrarlo para siempre. Donde sea, pero para siempre. Porque si reparan un instante, Franco aún no ha muerto para los nacionalistas. O por lo menos actúan como si aún siguiera vivo. Es su mejor recurso para asustar a los pobres catalanes y defenderles de la pérfida España.

¡Qué añoranza de pelotas de goma, grises y comisarías franquistas! ¡Qué nostalgia de tanques entrando por la Diagonal! Mira que se empeñan en portarse mal, ser malos chicos; y el Gobierno de Rajoy silbando como si no fuera con él. Algo habrá qué hacer, pensó ayer el presidente de la cosa, Carles Puigdemont: "¿El Estado está dispuesto a utilizar la fuerza contra Cataluña?". ¡Uy lo que ha dicho!

Se le entiende todo: viven del miedo al hombre del saco, y nadie lo saca ya para asustar a los niños de la ANC. Pues si nadie lo mienta, lo mentaremos nosotros, parece haber pensado Puigdemont para tener a la parroquia arremolinada bajo sus enaguas.

Sin embargo, hoy, Xavier García Albiol dio cumplida cuenta al cuento: no me cabe duda de que Carles Puigdemont y Oriol Junqueras están deseando ver entrar por la Diagonal a la Guardia Civil y al Ejército para excitar el victimismo y aparecer ante su parroquia como mártires.

Para mí que le empiezan a coger la medida. Les ha costado; quién sabe, lo mismo empiezan a cogerle el tranquillo y les dejan en evidencia. Pero, ¡ojo!, detrás de tanto infantilismo y juego de salón se esconde una estrategia enfermiza y maliciosa. Están deseando que el Gobierno de España actúe contra algún responsable del procés para desplegar una guerra de guerrillas callejeras impulsadas por las fuerzas parlamentarias nacionalistas, desplegadas por la ANC y relatadas a pie de calle por TV3 y el resto de medios públicos y subvencionados de comunicación. La cuestión es mantener la tensión, crear la ficción de estar acosados por fuerzas de ocupación. En esa espiral de violencia contra cualquier signo y símbolo del Estado, esperan convertir el futuro en irreversible.

Este es el escenario que se encontrará el Gobierno en unas semanas o meses. Si tuviera la tentación de consentir o retroceder para evitar el conflicto, les convertirá de maltratadores en déspotas. Mal asunto. Por el contrario, si actúan judicialmente y ejecutan sin titubeos sus sentencias, todo está aún a salvo. Los juegos de salón, como todo lo aparente, lucen mientras la realidad no enseñe su rostro severo. La sedición va de 15 a 20 años. Y Puigdemont está a dos centímetros de ella. La gloria se está poniendo cara en un tiempo en que la tenían a diario y sin coste alguno en TV3.

Quizás la simple aplicación de la ley por respeto a la democracia sea la mejor forma de desenmascarar esa frase para cursis creada por espadachines de salón: "El Estado no tiene tanta fuerza para detener a tanta democracia". Efectivamente, ni el propio Estado puede seguir dando la espalda más tiempo a tanta democracia mancillada por estos tigres de papel.

PS. El rechazo al Ejército por los nacionalistas es patológico, pero sólo al español. Llegaron a proponer anclar submarinos atómicos chinos frente a la Costa Brava para, después de la independencia, disuadir a España. También pagar una cuota a la OTAN para no tener ejército propio (Cataluña, España y la Defensa, José Mª Fuster-Fabra), o convertir a los mozos de esquadra en el ejército de Cataluña. La última, la de ayer mismo de un tal Quim Masferrer imaginándose a la cabra de la Legión arremetiendo contra indefensos catalanes. ¡Jesús, dame fuerza!, que dice José Mota.

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