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Castilla y León

Antonio Robles

Rebaños de fuego

A la España vaciada ya sólo le queda la poesía para describir sus tragedias. La última, la reducción de Sierra de la Culebra a cisco y cenizas.

A la España vaciada ya sólo le queda la poesía para describir sus tragedias. La última, la reducción de Sierra de la Culebra a cisco y cenizas.
Incendio en Sierra de la Culebra (Zamora) | Emilio Fraile / Europa Press

Al oeste de la España vaciada ya sólo le queda la poesía para describir sus tragedias. La última, la reducción de Sierra de la Culebra a cisco y cenizas.

"Zamora llora lágrimas de cera y miel", titulaba El Día de Zamora tras el infierno. Eugenio-Jesús de Ávila, su director, dejó en este titular lírico la mejor descripción de la tragedia. Zamora ya no da para otra cosa. Olvidada por la industria y el comercio, envejecida y mangoneada por políticos mediocres, solo daba ya para consolar la mirada con su patrimonio cultural y sus bosques. Ahora, ni eso.

Seguía al titular el alma derrotada de una tierra olvidada por todos: "Miles de colmenas se consumieron en la Sierra de la Culebra […] Se nos llevó por delante la fauna más rica, los bosques más auténticos y orgullosos. Los políticos, por ahorrar cuatro perras, permitieron que se evaporara la clorofila, que la fotosíntesis vista de luto durante todo este siglo. ‘Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que una colmena tenía dentro de mi corazón; y las doradas abejas iban fabricando en él, con las amarguras viejas, blanca cera y dulce miel’. Machado llora por los valles zamoranos".

32.000 hectáreas calcinadas. La mayor tragedia forestal de este siglo. Esta vez por condiciones adversas, pero con ellas hay que contar. Un Consejero de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León como Juan Carlos Suárez-Quiñones no puede afirmar en 2018 al Diario de Valladolid: "Mantener el operativo de incendios todo el año es absurdo y un despilfarro". Lo que es absurdo es que un cenizo como este consejero siga en el cargo después de que la negligencia de sus previsiones dejara crecer durante años una biomasa forestal sin control hasta que la fatalidad se llevara por delante la mayor reserva de biodiversidad del noroeste zamorano. No le sirvió para nada la experiencia trágica de los Arribes del Duero diezmados en 2017 cuando arrasó olivos y encinares centenarios después de que en Fermoselle se estuviera esperando a la UME tres días en vano por culpa de politiquillos como él, y llegase cuando ya era demasiado tarde. Como en este caso. Un incendio de estas características, donde todo fue adverso, sólo se le puede atajar en sus inicios con medios suficientes. Y no se hizo. La actitud del Consejero de la JCyL es la menos adecuada para un cargo como Medio Ambiente. Y la contestación más viral a las promesas de Pedro Sánchez de arreglarlo cuando fue a hacerse la foto al feudo socialista calcinado se la dió un viejo resabiado de Otero de Bodas por tantas promesas incumplidas: "¿Arreglarlo? ¿Tú…? ¿Tú, arreglarlo…?" ¡Qué grande!

Desde que nuestros abuelos dejaron de trabajar la tierra y pastorear sus pastos, la maleza, los matorrales y el arbolado han recuperado su espacio. Un polvorín para tiempos de tormentas secas y pirómanos. Si algo se puede hacer, es prevenir y disponer de operativos técnicos y humanos. El presupuesto militar parece un gasto inútil en tiempos de paz, pero adquiere su sentido cuando nuestra seguridad peligra. Pues eso.

Es difícil recuperar zonas vaciadas como las de Zamora, pero algo se puede hacer. Las zonas forestales han de mantenerse limpias, y una solución estratégica es incrementar rebaños de cabras, de ovejas, primar la ganadería extensiva, estar cerca de nuestros bosques y limpiarlos. Y cuando no se hace porque las condiciones de vida son duras y el rendimiento económico bajo, las administraciones deberían primar esas actividades para atraer población, cuidar nuestras reservas forestales y crear riqueza. Optimizar el presupuesto destinado al desempleo desviando partidas para generar trabajo en quienes no lo tienen a través de subvenciones para incrementar el número de pastores, guardias forestales, actividades agropecuarias y energéticas directamente implicadas en la salvaguardia de nuestros bosques, generaría trabajo productivo. Entre el rendimiento de su trabajo (leche, queso, carne, miel, setas, productos de proximidad para la restauración local, turismo rural, colonias escolares…) y las subvenciones, miles de familias podrían vivir dignamente en los pueblos de nuestra infancia. Y Hacienda recaudaría más.

Ramats de Foc (Rebaños de Fuego) es ya una realidad exitosa en zonas rurales de Cataluña y un modelo para el resto de España y Portugal. Échenle una ojeada.

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