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EDITORIAL

Casado y la peor izquierda, ante el drama de la inmigración

Nada más suicida que equiparar el control de las fronteras y la tolerancia cero hacia la inmigración ilegal con la xenofobia y el fascismo

Ni la oposición a la temeraria política de "papeles para todos" debe ser patrimonio exclusivo de la extrema derecha ni, menos aún, los buenos sentimientos hacia quienes huyen de la opresión, la guerra y la miseria del Tercer Mundo deben serlo de la extrema izquierda. Todo el mundo puede hacerse cargo de las tremendas penalidades que viven los inmigrantes que tratan de buscar un mejor porvenir en Europa y, al mismo tiempo, ser plenamente consciente de que la solución a este grave problema no radica en abrir de par en par las fronteras para que los Estados de la Unión se hagan cargo de estos parias y dejen que deambulen por las calles como vagabundos o delincuentes. En este sentido, nada más miserable, delirante y hasta suicida que equiparar el control de las fronteras y la tolerancia cero hacia la inmigración ilegal con la xenofobia, el racismo y el fascismo, entre otras cosas porque nada banaliza y contribuye más a cebar las filas de los movimientos ultras que el calificar de "fascista" a quien considera, con toda la razón, que el "papeles para todos" es un desastre para todos, incluidos sus supuestos beneficiarios.

A este respecto, hay que celebrar el esperanzador y cada vez más desacomplejado giro que algunos Gobiernos democristianos y socialdemócratas europeos están dando en pro de un control más estricto de la inmigración, sin temor o aun a riesgo de que se les tache de xenófobos y racistas desde una extrema izquierda que, sin vergüenza, por otro lado jalea a regímenes que gobiernan mediante el terror y son máquinas de generar inmigrantes económicos, refugiados y exiliados. Así, el partido socialdemócrata alemán ha acordado recientemente con sus socios democristianos un paquete de medidas para frenar la inmigración irregular y endurecer la política de asilo tras el rotundo fracaso de la política precedente de Angela Merkel.

En España, líderes como Albert Rivera o el nuevo presidente del PP, Pablo Casado, cada vez tienen menos reparos a la hora de exigir un estricto control de las fronteras y salir en defensa de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que las protegen. El líder de Ciudadanos, tras una visita Ceuta, ha pasado incluso a la ofensiva con la presentación de una proposición no de ley para que los grupos presentes en el Congreso "apoyen de manera explícita a los agentes de la Guardia Civil y la Policía que día tras día defienden nuestras fronteras con una intachable profesionalidad". En cuanto a Casado, en su visita a Algeciras ha tenido el acierto de demostrar que estrechar la mano a los inmigrantes y preocuparse por su situación no es incompatible con criticar el efecto llamada que están provocando "la falta de responsabilidad, el buenísimo y la demagogia del Gobierno".

Aun así, está visto que la izquierda española, que nada hace por promover que la democracia y el capitalismo acaben con los regímenes despóticos, colectivistas y tercermundistas que provocan auténticos éxodos en los países que subyugan, sigue empecinada en arrojar a la hoguera de la xenofobia, el racismo y el fascismo a quienes consideran que la solución no radica en acoger a todo el mundo. Con total desvergüenza, dirigentes del PSOE y de Podemos han arremetido contra la "insultante incoherencia" en que supuestamente habría incurrido Casado al asegurar que no es posible que haya "papeles para todos" y a la vez "irse a Algeciras a estrecharles la mano". Para la izquierda menos canalla, quizá lo coherente habría sido que Casado hiciera lo que suele hacer ella, mentir con total desfachatez o decir una cosa y luego hacer otra totalmente distinta.

Afortunadamente, las posiciones de la peor izquierda y de los medios de comunicación más irresponsables cada vez tienen menos predicamento en Europa... y entre los propios votantes del PSOE y de Podemos; razón de más para desembarazarse de las falsas asociaciones y los atenazadores complejos que impone una muy tóxica corrección política.

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