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EDITORIAL

Cataluña, de mal en peor

Jamás debió entregarse el poder a Torra y su banda. Jamás debió aplicarse el artículo 155 de la manera en que se aplicó, inicua por inocua.

Jamás debió entregarse el poder a Torra y su banda. Jamás debió aplicarse el artículo 155 de la manera en que se aplicó, inicua por inocua.
EFE

Como era clamorosamente previsible, la situación en Cataluña no ha hecho sino empeorar desde que las fuerzas separatistas recuperaron el control de la Generalidad, que de hecho en ningún momento dejó de estar en sus manos, ya que el nefasto Rajoy jamás superó su proverbial cobardía dontancredista y aplicó el artículo 155 de la Constitución de la peor de las maneras posibles, es decir, vaciándolo de contenido y dando así alas a los golpistas, a quienes en todo momento se transmitió la idea de que no había intención de hacerles pagar por sus fechorías liberticidas.

La Cataluña presidida por el descalificable supremacista Quim Torra es una sociedad sometida a la dictadura del miedo nacionalista, con las calles tomadas por despreciables bandas batasunoides que empuercan el espacio público con el bilioso amarillo golpista y unos indignos Mozos de Escuadra devenidos en policía política que, lejos de proteger a las víctimas del fanatismo separatista, las acosa y amedrenta.

Este estado de cosas es ominosamente intolerable. Jamás debió entregarse el poder a Torra y su banda. Jamás debió aplicarse el artículo 155 de la manera en que se aplicó, inicua por inocua. Jamás se debió consentir que las cruciales palabras del Rey a los catalanes víctimas del odio nacionalista, "No estáis solos", cayeran en saco roto.

El Gobierno debería proceder a la intervención inmediata de la Generalidad y combatir con todas las herramientas que la Ley pone a su disposición a los golpistas que están devastando Cataluña. Pero, por desgracia, no lo hará. Por desgracia, Pedro Sánchez tiene toda la intención de ser aún peor que Mariano Rajoy, porque de hecho es aún más cobarde que él y tiene aún menos escrúpulos, no en vano es presidente del Gobierno por obra y gracia de los propios golpistas, de los neocomunistas que sin dudarlo transformarían cuanto antes España en la Venezuela de su admirado asesino Nicolás Maduro y de los voceros de la banda terrorista ETA.

Que nadie se llame a engaño: nada bueno cabe esperar de lo peor. Dejarse engañar es ya no sólo cobardía sino complicidad.

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