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EDITORIAL

El dedo de Rajoy y la Alcaldía de Madrid

Madrid es una plaza fuerte que el PP corre el peligro de perder si no logra que su candidato sea el que mayor sintonía tenga con sus afiliados y votantes.

Una cosa es considerar que las presiones o la falta de apoyos en el seno de su partido hayan podido influir en la decisión de la alcaldesa de Madrid de no volver a presentarse a las elecciones municipales y otra muy distinta cuestionar, tal y como ha hecho Rosa Díez, la legitimidad democrática de quien "no fue elegida por los ciudadanos y no se va por que los ciudadanos la echen".

Lo cierto es que Ana Botella fue nombrada alcaldesa por las mismas razones por las que ha sido nombrado cualquier otro alcalde en España: porque así lo decidieron los concejales del consistorio, elegidos por los ciudadanos. El hecho de que el número 1 de la lista del PP no fuera ella sino Gallardón no borra el hecho de que Botella era la número dos de esa misma lista, la más votada; y desde luego no quita legitimidad a su nombramiento una vez Gallardón decidió asumir la cartera de Justicia.

Otro tanto se podría decir de la decisión de Botella de no volver a presentarse a las elecciones, decisión que sólo a ella compete tomar, tal y como sucedería con cualquier otro gobernante que renunciara a volver a concurrir a unas elecciones.

Cosa también distinta es aspirar a una mayor democracia interna de los partidos a la hora de configurar las listas electorales. Lo deseable, en este sentido, es que el próximo candidato a la Alcaldía de Madrid se eligiera en unas primarias. Deben ser los afiliados del PP madrileño, y no el dedo de Rajoy, quienes decidan si Sáenz de Santamaría, Cifuentes o Aguirre –por citar los tres nombres que se barajan ahora– aspiran por el PP a suceder a Botella.

La Alcaldía de la capital es una plaza fuerte que el PP corre el peligro de perder si no logra que su candidato sea el que mayor sintonía tenga con sus afiliados y votantes tradicionales. A este respecto, y a diferencia de lo que insinúan quienes creen que Botella pudo beneficiarse de un supuesto gancho electoral de Gallardón, lo cierto es que ya en 2011 más de 40.000 ciudadanos madrileños que votaron la lista del PP encabezada por Esperanza Aguirre en las autonómicas se decantaron ese mismo día por otro partido –especialmente por UPyD– en las coincidentes elecciones municipales.

Finalmente, y frente a la infame despedida que le ha brindado algún medio de comunicación, lo cierto es que Ana Botella, pese a errores de calado y su pésima gestión de la comunicación –pensemos en ambos casos en la tragedia del Madrid Arena–, ha sido una correcta administradora que ha sabido embridar el gasto municipal, poner coto a la deuda y, en general, enderezar el entuerto de la terrible herencia recibida, de la que, a diferencia de otros gobernantes, jamás pudo quejarse.

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