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EDITORIAL

El éxito de Madrid y el fracaso de Cataluña

Cataluña se descompone y ya no sólo no es el motor económico de España, sino que amenaza convertirse en una auténtica rémora.

El Instituto Nacional de Estadística certifica que Madrid ha superado a Cataluña en producción de riqueza, a pesar de tener un millón de habitantes menos. En Libre Mercado hemos resumido de manera muy gráfica este sorpasso extraordinario, que repite el registrado en los años más duros de la Gran Recesión.

En términos nacionales, la economía madrileña tiene hoy más peso que la catalana gracias a un ritmo de crecimiento muy superior, que acredita el éxito de la política económica de los distintos Gobiernos regionales del Partido Popular. En 2018 la economía de Madrid creció un 3,1%, casi un punto más que la catalana (2,2%), y este año la pauta va a ser la misma, según indican todas las previsiones.

Esta diferencia no se explica sólo por la política económica y fiscal de los Gobiernos madrileños, que han hecho de su región un territorio con bajos impuestos que favorece la creación del pueblo y atrae la inversión. Y es que hay que buscarlo también en la desastrosa gestión de la Generalidad desde que se puso en marcha el ilegal, liberticida, golpista proceso secesionista.

Casi seis mil empresas han abandonado Cataluña desde 2017, año en que se perpetró el referéndum sedicioso del 1-O; la mitad de ellas decidió radicarse en Madrid, huyendo de una Administración separatista que está destruyendo el tejido productivo del Principado y dinamitando su imagen nacional e internacional, así como sus perspectivas de futuro. A corto y medio plazo no parece que vayan a cambiar las cosas, dado que los separatistas siguen adelante con su devastador proceso golpista y sembrando la inseguridad –de todo tipo– en Cataluña.

En definitiva: Madrid se consolida como la región que lidera el crecimiento mientras Cataluña se descompone y ya no sólo no es el motor económico de España, sino que amenaza convertirse en una auténtica rémora. Los nacionalistas son, sin duda, lo que parecen: los peores enemigos de las sociedades que tiranizan.

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