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EDITORIAL

Facciones en el PP

Ni Casado ni el PP pueden permitirse la formación de una quinta columna que socave un proceso de regeneración en el que el partido devastado por Santamaría y Rajoy se juega la supervivencia.

Tras la contundente victoria de Pablo Casado en el congreso del pasado fin de semana, el nuevo presidente del PP ya tiene su propia Dirección, en la que, tal y como había prometido, hay personas que durante las elecciones internas habían apostado por otras candidaturas.

Tiempo habrá para analizar la idoneidad de cada uno de los nombramientos y de discernir los puntos débiles y los puntos fuertes del nuevo equipo. En este momento, lo crucial para el PP es recomponerse sin cambalaches infames, reunificarse y afrontar con entereza tanto los retos que se le presentan como los que tiene planteados España.

Todo indica que Casado lo ha entendido así, y este jueves ha sido contundente al afirmar que no va a consentir"corrientes internas".

Es obvio que el presidente del PP ha elegido cuidadosamente sus palabras para transmitir su mensaje con claridad pero sin tremendismos. Pero en realidad el PP no tiene un problema de "corrientes internas", sino de elementos desleales a los principios fundacionales del partido que parecen dispuestos a todo si no les dejan seguir mangoneando a su antojo.

En un partido como el PP, que cubre un espectro ideológico muy amplio que va desde la derecha conservadora hasta el centro filoizquierdista, pasando por distintos tipos de liberalismo, sería natural y hasta sano que existiesen esas corrientes, en las que de forma espontánea se agrupasen los que, compartiendo unas bases programáticas comunes, tratasen de que el partido se inclinase hacia sus posiciones.

Nada tiene esto que ver con lo que ha planteado la fracasada Soraya Sáenz de Santamaría: ayuna de referencias ideológicas dignas de tal nombre, la fatua exvicepresidenta tan sólo quiere capitanear una facción para tratar de no perder pie y, eventualmente, desbancar a Casado y hacerse con un poder que no ha sido capaz de alcanzar ni siquiera cuando tenía en su mano todas las herramientas para atemorizar a sus correligionarios.

Sus ridículas pretensiones de una cuota que se correspondiese con los votos que obtuvo en la votación del sábado y la actitud que ella misma y sus secuaces han mostrado en las mesas de negociación y en los medios no dejan lugar a la duda: pese a su contundente derrota, Santamaría quiere seguir haciendo con el PP lo que hacía en sus años de poder casi omnímodo, es decir, enfeudarlo a sus ambiciones personales.

Demostradas la deslealtad y la incapacidad para asumir la derrota de los sorayistas más cerriles, ni Casado ni el PP pueden permitirse la formación de una quinta columna que socave un proceso de regeneración en el que el partido devastado por Santamaría y Rajoy se juega la supervivencia. Por su bien como presidente y, sobre todo, por el bien de su partido, Casado debe responder con contundencia a aquellos que pretenden restar en lugar de sumar.

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